Hacía falta un eslogan unificador de las insurrecciones de las bases hispanohablantes del Imperio, incluidas las turbas afincadas en provincias remotas, frente a The White House (antes la Casa Blanca). No hacía falta un cuerpo de doctrina, ni siquiera un breve manifiesto, sólo un eslogan (a tal señor tal honor). Convenía que fuera breve, no más de tres palabras, y debía ser directo pero a la vez ambiguo, o sea, que sirviera para canalizar un directo al mentón pero de pasiones muy distintas, coincidentes sólo en eso, en las ganas de soltar un directo. No debía ser soez, para no espantar a los finolis, pero tampoco educado. Debería ser menos agresivo que despectivo, como si lo primero fuera un despilfarro de energía, y esté más a tono mirar para otro lado al decirlo. Fue así, tras ardua reflexión y combinando vectores, como se me ocurrió el del título, que espero triunfe desde ya.