La salud es lo que único que importa. Suena a utilizado eslogan de concienciación ciudadana. Pero si aún tenemos el impacto de la muerte de Bimba Bosé, alguien tan aparentemente fuerte y sana pese al cáncer que se la ha llevado, tan joven aún, con dos niños que ya sólo tienen madre en el recuerdo pequeño y grande de los niños, la frase la salud es lo que importa nos parece la primera certeza definitiva.

Parece, por tanto, tan lógico un sistema público de salud, que algunos quizá piensen que las estructuras sanitarias públicas brotan de entre las hierbas del suelo destinado a los hospitales. Y no es así, claro, pero es bueno que lo piensen. Porque el bombardeo con que nos están agriando el desayuno, comida, merienda, cena, con impactos como: no se pueden pagar las pensiones, no se puede pagar el papel higiénico de los colegios o las listas de espera hasta llegar a una operación y las urgencias colapsadas y los recortes son inevitables en Sanidad, sólo va destinado a que olvidemos que poco sentido tiene construir y sostener una sociedad donde llegar a viejo, desarrollar el espíritu crítico, estar educado y tener asistencia médica son los pilares básicos para tener una sociedad que tras siglos de conquistas morales y sociales merezca llamarse como tal.

Todos debemos poner de nuestra parte para construir y mantener y defender esos pilares y nadie debería ponerlos en solfa. Y claro que no se trata de aprobar los mundos de Yupi por decreto y echarse a dormir. Hay que actualizar y mejorar la gestión, escuchar a los que saben, esforzarse por dar y recibir el mejor trato posible en cada uno de los sectores esenciales (como usuario y como funcionario de cada sector público, porque el funcionario también será o es usuario de los servicios de los otros sectores en los que no trabaja) y readecuar las veces que haga falta en cada momento histórico la estructura fiscal para que todo esto no peligre. Al respecto, conviene vigilar la brecha entre el descomunal acúmulo de riqueza en cada vez menos manos y el despeñamiento de la clase media, la que más estabiliza las economías modernas (según los últimos datos del banco de España el 1% más rico posee la quinta parte de toda la riqueza del país y la riqueza mediana de los españoles bajó más del 22% de 2011 a 2014).

Leo la interesante encuesta que ha hecho con los médicos jubilados el Colegio de Médicos de Málaga. Se ha hablado de ella en los medios con motivo de la visita del consejero de Salud Aquilino Alonso aceptando, al fin, que hay muchas cosas que mejorar, poco acostumbrados en la Junta a las últimas protestas tras tantos años de monocultivo gubernamental.

También cada uno de los médicos y de los pacientes tenemos cosas que podemos mejorar nosotros mismos. Al margen de entrar en si es mejor construir un tercer hospital, hacer que funcionen mejor los que hay u optar por un macro complejo hospitalario -que ya se prometió hace años-, leo que casi el 70% de los médicos encuestados cree que el éxito profesional se consigue más por habilidad política que sanitaria. Si eso es verdad, y no parece difícil creer que habrá casos, ya hay algo que arreglar primero. Lo segundo sería, sin embargo, qué es para esos médicos, para cada uno de nosotros, el éxito. Porque si fuera otra cosa, posiblemente no habría incentivo político que sirviese para conseguirlo.