En tiempos ya lejanos los amos solían ser brutales, incluso innecesariamente crueles. Casi siempre. Era parte de su humana condición. Pero este regreso actual al pasado y la consiguiente caída en las peores tinieblas de tiempos que creíamos superados, nos traen unos destellos de luz - e incluso de esperanza- que sería injusto ignorar. Esos destellos nos han llegado de la mano de la siempre admirable hembra de la especie. La marcha de protesta de un millón y medio de mujeres norteamericanas por las calles de muchas ciudades de los Estados Unidos y las de sus hermanas en otros países, rechazando lo que representa el nuevo caudillo norteamericano, es un nuevo, hermoso e incluso prodigioso acontecimiento.

Nos lo dejó escrito hace casi dos siglos en «The Wife» Washington Irving, aquel maravilloso escritor norteamericano que tanto amó a España y a todo lo español: «En el corazón de cada mujer de verdad hay una llama del fuego celestial, que permanece dormida en los días luminosos de la prosperidad. Pero que se enciende y brilla y arde en la hora oscura de la adversidad.» Vamos a necesitar esa luz y ese ejemplo. Aunque los mercados y el índice del Dow Jones estén encantados. También lo estuvieron en 1933 cuando el canciller conservador alemán Franz von Papen entregó innecesariamente el poder al movimiento nazi y a su líder, Adolf Hitler, socios minoritarios de su gobierno. También entonces la derecha alemana pensó que sería bueno para los negocios. Con un Hitler convertido en el azote de las izquierdas, se imaginaban que el Führer se convertiría en un sumiso y obsequioso sirviente de los intereses de los poderosos. Lo decía el maestro Félix Bayón: «Aquellos a los que los dioses quieren destruir, primero los entontecen».

El 16 de junio del año pasado, Helene Joanne Cox, una joven parlamentaria laborista británica, era asesinada en plena calle por un descerebrado miembro del movimiento brexista inglés, mientras lanzaba el alarido del «Britain, first!». El antiguo «Gran Bretaña, primero», grito de guerra de los camisas negras del movimiento fascista británico en los años treinta. Y ahora tenemos el «America, first!» del flamante nuevo mandatario estadounidense. ¿Son la cara poco amable de un Nuevo Orden de habla inglesa? Les confieso que no lo sé. Para muchos, estos primeros días de caudillaje de trono, cetro y armiño no son tranquilizantes.

Y no puedo terminar estas líneas sin dar las gracias a la señora Gina Miller, otra enamorada de España. Esta brillante mujer de negocios británica, de origen hindú, directora de una empresa de inversiones de la City londinense, ha conseguido que el Tribunal Supremo del Reino Unido emita una sentencia importante. Que resuelve que corresponde al Parlamento de Westminster y no al gobierno de la señora May aprobar las posibles negociaciones de salida del Reino Unido de la Unión Europea. Se abren unas interesantes perspectivas. Por cierto... Ante el cúmulo de amenazas recibidas, la señora Miller debe ser protegida en todo momento por un equipo de guardaespaldas.