La política tiene sus propios tiempos; y Francisco de la Torre, los suyos. Le quedan aún más de dos años de mandato (si su partido se lo permite) para dejar ´su´ alcaldía de Málaga. Dos años y medio es un mundo en política. Un tiempo que se le puede hacer muy largo si mantiene su idea, en contra de la opinión de los principales dirigentes del PP, de agotar los plazos y no propiciar un relevo en la alcaldía en la primavera de 2018. En el vestuario municipal de los populares ya saben que pronto habrá un nuevo entrenador. Al menos es lo que olisquean en el ambiente y comentan entre pitufo con aceite y pitufo mixto en los cafés mañaneros. Lo mejor (para los que malvivimos de esto) es que lo comentan con el periodista que de vez en cuando frecuenta esos bares para llevarse algo más a la boca que medio pitufo ibérico y un mitad bebido.

Algunos de esos concejales pitufearon también en un desayuno informativo hace unas semanas en el Gran Hotel Miramar, donde hubo más señales de una puesta de largo del presidente del PP que información que llevarse a la boca. Bueno, hay que ser honesto. Elías Bendodo, que era el que invitaba a café y croissant (hotel de lujo, ya se sabe) anunció una excelente noticia que horas después hubo que matizar. Se nota que está en curso avanzado de la Paco de la Torre School, como bendecía el malvado José María de Loma en su Palique diario. Para ser alcalde de Málaga uno debe aprender lo antes posible que desde el blanco al negro hay toda una paleta de grises y en el segundo curso se estudia como asignatura única que el gobierno andaluz es un demonio rojo y con pinchos. En tercero se aborda un temario extenso de bordillos y farolas, mientras que cuarto es en exclusiva para grandes proyectos.

Bueno, a lo que íbamos. Las crónicas políticas de ese día, el de los pitufos de gran lujo o croissant, se dividían entre las que ensalzaban la buena idea de Bendodo de dignificar el centro de investigación contra el cáncer de próstata y mama que dirige el prestigioso oncólogo Emilio Alba con un nuevo edificio en la Escuela de Enfermería de la Diputación, y las más maliciosas, que se divertían contando que un ministro de Justicia aterrizó en Málaga para respaldar el primero de los hitos que conducirán a Elías Bendodo hacía la alcaldía de Málaga más pronto que tarde tal y como se viene desarrollando este inicio de curso político.

Los concejales (no todos), entre bocado y bocado, comentaban que desde 2003 las alineaciones las confeccionaba el propio De la Torre, que dejaba algo de margen a los dos directores deportivos que ha tenido (Joaquín Ramírez y Elías Bendodo) para que incorporaran a la plantilla algunos de sus fichajes. Ahora saben que para la próxima temporada el once titular (ahora son trece) lo dibujará en la pizarra un único entrenador y para saltar al campo hay que ir haciendo méritos con la dirección deportiva no vaya a ser que tire de su propia cantera y traspase a más de la mitad de la plantilla.

Más allá de los problemas propios de la gestión municipal y del interés metropolitano del asunto, Francisco de la Torre teme que lo cambien en mitad de la temporada y no por sus malos resultados. El club necesita, en cambio, foguear al próximo candidato en un sillón de primera división, algo parecido a lo que hizo Florentino con Zidane. Saben que el banquillo del alcalde es el que más proyección pública y mediática tiene de toda la provincia. La intención del todavía alcalde es aguantar las embestidas internas como hizo cuando Juanma Moreno y Elías Bendodo trataron de subirlo de forma precipitada en una AVE camino de Madrid para cederlo al Congreso hasta final de la temporada. De la Torre anduvo listo y les puso un pequeño matiz encima de la mesa para rechazar la oferta: su compromiso con Málaga, el club de su vida, es total. Los dos andaban confiados por que en el anterior mercado habían colocado a otros alcaldes y presidentes provinciales en clubes madrileños, y ese fue su error. Aquí tenían que haber negociado antes con Rosa Francia, la mujer y representante del alcalde, que a buen seguro algo habría ayudado como hizo meses después anunciando que el mito de los alcaldes españoles colgaría los matices y los zascas a la Junta al final de su mandato para dedicarse a la formación de alcaldes en su Paco de la Torre School.

Y en esas están entretenidos en el PP. Unos, los concejales borrándose de los partidos trascendentales de la temporada como es el que juega De la Torre con el morlaco de Limasa (rival duro, con una plantilla rocosa); y otros, en la dirección deportiva, colocando mensajes para cambiar de entrenador a mitad de partido.

Menos mal que a De la Torre aún le queda el refugio de la oposición de izquierdas en el Ayuntamiento, que han cambiado de estrategia y en vez de reiterar que su modelo está agotado, salen en su defensa ante la soledad de un alcalde que tendrá que tener cuidado con sus tobillos cada vez que salte al campo. La última entrada fue de tarjeta. El concejal Raúl Jiménez anunció que dimitiría si De la Torre municipaliza Limasa. Eso a un entrenador que sigue no se lo hace nadie. Digo yo.