Una vez más Scorsese se ha metido en un berenjenal. Ha dirigido una obra maestra sobre la estoicidad y el aguante del ser humano, sobre la resiliencia y sobre muchas cosas más. La excusa es una novela sobre un jesuita apóstata que escribió Sh?saku End? en el año 1966.

El silencio, o mejor dicho el control sobre él, es junto a la prudencia lo que diferencia al ser humano del resto de especies del mundo animal. Estos días hemos vivido un auténtico recital de silencios en la política local, por primera vez en muchos años el partido que gobierna en el Ayuntamiento ha mostrado en público sus desavenencias. Algunos han querido disfrazar de democracia interna los sonidos de los tambores de guerra, pero, como advertimos hace semanas, esto no ha hecho más que comenzar. Cuando De la Torre anunció su marcha, amortizó su poder; fueron los silencios estruendosos los que sonaban, todo el mundo los oyó pero nadie dijo nada. Esta semana también hemos escuchado silencios tácticos, como los del presidente del partido que gobierna la ciudad, Elías Bendodo, que aún no sabemos lo que opina de la gran cuestión de la ciudad: Limasa; grande por presupuesto y grande por el momento decisorio actual.

Hay silencios que se vuelven ruido como el del concejal Raúl Jiménez, del que aún recordamos cómo se escondía en las duras negociaciones en la huelga de Limasa y que ahora, a las maduras y como buen escudero, ha montado una cacerolada con la alabarda y el lucero del alba. Lejos de ser prudente, a veces el silencio sólo empantana, un pantano infinito que tan solo la palabra puede acotar.Quien calla también opina.

En cualquier caso, como dijo Unamuno, a veces, el silencio es la peor mentira.