Cuando uno creía que lo del Real Madrid, el fax y David de Gea era lo más surrealista y rocambolesco que iba a ver en un mercado de fichajes del fútbol español, pasa lo que ha pasado esta semana. Lo habrán oído o leído ya. Roman Zozulya, cedido del Betis al Rayo Vallecano y, a las pocas horas, de vuelta a Sevilla porque a la animosa afición rayista, concretamente al grupo denominado ultra Los bukaneros, no le gusta la ideología del jugador ucraniano, vinculado en vídeos que circulan por internet a grupos neonazis. Ya cuando desembarcó en Sevilla a principios de temporada, una confusión periodística con una camiseta con el escudo ucraniano le generó algún que otro problema al futbolista, que no es más que eso, un futbolista. Delantero, internacional, que a lo único que ha venido a España es a ganarse la vida metiendo goles.

Peligroso precedente el creado por la afición bukanera que, todo hay que decirlo, lleva peleada bastante tiempo con la actual directiva y con esta movida política está aprovechando para hacer visible su descontento con Raúl Martín Presa, presidente del Rayito. ¿Dar apoyo a un bando u otro en la guerra de independencia de Ucrania hace unos años inhabilita al club para fichar a jugadores de este país? ¿Es necesario saber si Roberto Trashorras es (o no) independentista para alinearlo cada domingo? ¿Y si Raúl Baena vota a Ciudadanos? O aún peor, ¿y si Toño votó a Albert Rivera en diciembre y a Mariano Rajoy en junio? ¿Echamos al portero del equipo? Creer que toda la plantilla de un club de fútbol tenga que ser de izquierdas, o de derechas, o del color que sea, es tanto o más ingenuo como pensar que en la propia grada del estadio de Vallecas todos piensan igual en cuestión política, social e incluso deportiva.

No igual, pero parecido, aquí en Andalucía ocurría un caso similar. Dani Güiza, jerezano y anticadista declarado en su día, fichaba por el Cádiz CF ante la oposición de practicamente la totalidad de la afición amarilla. Con goles, trabajo y din dar ni un ruido, el delantero campeón de Europa con la selección española, es a día de hoy el jugador más aclamado por la grada, sea titular o no. El tiempo da y quita razones, y el fútbol debe ser sólo eso, fútbol. Quienes se empeñan en mezclarlo con otros asuntos tan impuros como el dinero o la política, corren el riesgo de cargarse aquello que tanto aman, o que dicen que aman.