No imaginaba uno que en Argentina estuviera todavía prohibido mostrarlas, hasta ver las fotos sobre el acoso policial al topless. Sobre tales asuntos suelen hacerse chistes, inventados sobre todo por hombres, de esos que ponen gesto pícaro para hablar de estas cosas y buscan la complicidad de otros machos presentes. En realidad lo que está en juego es la pervivencia del llamado «pudor femenino», uno de los inventos más astutos del varón, que ha intentado siempre inocularlo en la mujer (históricamente con éxito) con tres finalidades básicas: restringir la competencia entre machos que codician hembras, rebajar el volumen de líbido en circulación para no sentirse ambientalmente coaccionado, y reducir la demanda para situarla a la altura de su oferta, que por razones puramente fisiológicas es siempre más corta. Luego encima el dichoso pudor tiene el efecto excitante de la trasgresión.