Hoy en día aplicaciones como Vine o Youtube, o las propias redes sociales como Twitter o Facebook, nos muestran a diario jugadas increíbles. Es muy fácil ver los triples de Curry en su último partido, los uno contra uno de Irving o los mates imparables de LeBron. Pero si lo que nos gusta es el baloncesto FIBA, a través de estas aplicaciones podemos ver los pases de Teodosic, los tapones de Randolph o esa última jugada de Doncic en la que se hace un autopase entre las piernas tras un pick and roll.

Los propios informativos se hacen eco de estas jugadas en su pequeño espacio dedicado a todo lo que no es fútbol. Cada día vemos las jugadas más destacadas o los tiros de último segundo que ganan partido. Todos los chiquillos están pendientes de estas jugadas. Solo deben coger su móvil para hacerlo. Todos comentan lo que hizo tal o cual jugador. Esto es el baloncesto que ven, jugadas que duran siete segundos. Ver un partido completo ya les cuesta más o ni se lo plantean. En muchos casos sueñan con ser ellos los protagonistas de alguna de esas jugadas algún día.

De esta forma podemos conseguir que su concepto de baloncesto sea ellos, el balón y la canasta. Creen que este deporte es uno contra uno mientras los compañeros miran, que lo bonito es hacer el más difícil todavía, que son ellos los que deben jugar, tirar, botar o jugarse el último balón.

Yo mismo, en mis paseos matutinos con Gabo, mi perro, busco en mi timeline esas jugadas. Pero esto no es lo que me enamora del baloncesto. Pertenecer a un equipo, compartir objetivos, estar dispuesto a ayudar sin pedir que te ayuden a ti, compartir el balón, saber que eres importante aunque juegues poco o no juegues... Eso es para mí baloncesto. En ese baloncesto no existe el yo, existe el nosotros. Es mucho más que un deporte. Es un compromiso que no necesitas firmar en ningún contrato para saber que debes cumplirlo.

Es precioso sentir que tienes una responsabilidad con tu equipo, con tus compañeros. Esto hace que no te plantees faltar a un entreno. Y no lo digo porque te gusta tanto jugar que necesites entrenar, sino porque sabes de la importancia de asistir y no puedes dejar tirado a tu equipo. Por tu equipo antepones quedar con los amigos o salir de fiesta. Por tu equipo te quedas estudiando el día libre para sólo repasar mañana porque entrenas. Por tu equipo no te vas a jugar una pachanga con los amigos porque no te arriesgas a lesionarte y no poder ayudar a tu equipo por ello.

Sin duda que competir es lo más bonito de ese baloncesto que tanto me gusta. Sentir ese hormigueo en el estómago cuando estás solo en el vestuario repasando mentalmente tu plan de partido. Esa sensación no la cambio por nada. Seguramente que será nerviosismo o tensión. O una mezcla de ambos. Pero lo que es seguro es que el día que no sienta esas cosquillas será una señal inequívoca de que debo dedicarme a otra cosa.

Competir contra el otro equipo, anticiparte a lo que piensa el entrenador rival, dar soluciones a las trampas que te pueda poner en el partido.

Todo esto es baloncesto. Y con el objetivo común de tus compañeros de cuerpo técnico y tus jugadores de ganar. No comparto ese baloncesto en el que lo más importante es meter puntos, que me pasen a mí el balón, que sea yo quien tire o quien bote, que sea yo el que juegue. No comprendo a quien no entiende que si no juegas es porque está jugando otro que posiblemente sume más para el equipo. No soporto quien se marcha enfadado cuando hemos ganado porque él no ha jugado lo que consideraba o porque no se sintió el protagonista.

Los jugadores que más me gustan son aquellos que sufren por un compañero al que no le salieron las cosas como pensaba, los que se alegran de las buenas actuaciones del compañero antes que de las suyas propias. Y es que en este deporte la felicidad es disfrutar viendo a tus jugadores y compañeros siendo felices. Si tú eres el único feliz, algo falla.

Por todo esto me apasiona tanto el baloncesto. Os animo a que compartáis esa pasión. Pero recordando que aquí nosotros va siempre delante del yo.