El candidato de centro izquierda a las presidenciales francesas Emmanuel Macron desmintió la otra noche en pleno mitin que tenga un romance con un hombre fuera de su matrimonio. Lo hizo con la gracia propia del tipo culto e inteligente que es, aludiendo al posible «holograma» suyo descontrolado que tal vez se citaba en secreto con el presidente ejecutivo de Radio France, Mathieu Gallet. ¡Ay de la admirada república gala! Toda esa lucha por las libertades individuales que hemos estudiado con veneración en los libros de historia para acabar bajando el listón hasta el barro y más allá. Qué error, responder al cotilleo barato que campa por las redes sociales y los medios sin ética, dicen algunos que alentado por secuaces de Vladimir Putin, y cuya característica primordial es la voracidad. Hoy les regalas una verdad sobre tu vida privada, y mañana te exigirán un examen completo de fluidos corporales. Prestando atención a lo peor de la sociedad le ha entregado una inmerecida porción de poder. El exministro estrella de Economía de François Hollande no ha querido vivir el infierno de su antiguo patrón, enredado en amores y desamores y escrutado entre las sábanas, en su camino, dicen las encuestas que imparable, al Elíseo. De educación exquisita, filósofo y exbanquero, pretende conquistar el amplio espacio existente entre la derecha dura que representa François Fillon y la izquierda radical del socialista Benoît Hamon. Los rumores de una homosexualidad escondida estaban hostigando su efervescente campaña política hasta hacerle pronunciarse al respecto. La prensa seria, que aún no se había hecho eco de las murmuraciones, las ha recogido ahora de su propia boca. El origen del bulo resulta patético. Emmanuel Macron está casado con una mujer veinte años mayor que él. Este asunto siempre ha llevado de cabeza a los medios rosas, cuyos estereotipos soportan fácilmente la diferencia de edad de un famoso con su esposa, pero no a la inversa. La compañera del presidenciable francés, Brigitte Trogneux, ha de constituir una tapadera para esconder afinidades gays porque nadie en su sano juicio permanecería tanto tiempo junto a una señora mayor, las llamadas cougar. Cada cierto tiempo, leo reportajes sobre estrellas que han creado sus familias junto a mujeres que les pasan unos cuantos años, desde Hugh Jackman a Gerard Piqué, y en todos ellos hay un matiz de incredulidad y desdén. Cuando Antonio Banderas se separó de Melanie Griffith y Demi Moore de Ashton Kutcher parece ser que el universo recuperó su equilibrio. No se trata con la misma condescendencia la relación dispar de George y Amal Clooney, o la de Nicolas Sarkozy con Carla Bruni, por volver a la política. Incluso los reportajes serios sobre la historia de amor de Macron y Trogneux, que arranca cuando él era un alumno de altas capacidades de 16 años y ella su profesora de literatura, rezuman el afán morboso de explicar lo inexplicable. No el flechazo, sino que sigan juntos décadas después, disfrutando de los tres hijos y los seis nietos que ella aporta, fruto del matrimonio que se rompió cuando se conocieron. Que a él, tan brillante y tan listo, que toca el piano, baila tango y escribe los poemas que cautivaron a su maestra, le baste la compañía de una mujer que, además, no esconde la edad que tiene y que, todos lo remarcan, no puede darle descendencia. Que no se haya buscado una Melania como Donald Trump, en su carrera triunfal. Hay otra esposa, la del candidato de la derecha Fillon, que por lo visto ha cobrado irregularmente muchos miles de euros de dinero público. Un verdadero escándalo, pero la democracia puede respirar tranquila porque es dos años menor que su marido.