Dana es un nombre femenino de origen hebraico cuyo significado es: la que juzga. Desde una diosa de la mitología celta, a una de las paramitas (virtudes budistas), en concreto, la caridad; pasando por un pequeño crustáceo o una revista irlandesa de librepensamiento, este patronímico tiene diversas acepciones, pero, después de lo acontecido el pasado domingo, hoy vamos a hablar de la visita de DANA a Málaga, sí, del acrónimo de este fenómeno meteorológico: Depresión Aislada en Niveles Altos.

También llamada gota fría, esta borrasca se vino a instalar en la zona Centro y Este de la ciudad como invitada, anticipándose por horas a la cumbre hispano-francesa que acogió nuestra urbe. De nuevo, la misma y cariacontecida realidad: una importante metrópolis del siglo XXI donde la falta de medidas preventivas frente a las inundaciones cala de forma funesta en los malagueños, perjudicados por la falta de un consenso experto entre las administraciones implicadas -Ayuntamiento y Junta de Andalucía-, la cuales se enfrentan hace décadas tras una ceguera obstinación de matices políticos.

La aseveración de Fernando Ferragut, subdirector general de Dominio Público Hidráulico y Calidad de las Aguas en la Demarcación de las Cuencas Mediterráneas Andaluzas, nos cae de forma tempestuosa. El técnico en materia de aguas advierte: «Dentro de 20 años pasará lo mismo y en la misma zona», apercibimiento éste que nos plantea alarma y decepción. Sobresalto por los destrozos acaecidos y el riesgo por la vida de las personas generado; desengaño puesto que las soluciones para evitar este caos están analizadas y determinadas desde hace años, a falta tan solo de un decidido compromiso político para sufragarlas y emprenderlas. Recuerden a Henry Miller: «Las flores delicadas son las primeras que perecen en una tormenta», esto es, Málaga.