Si hay una artista que siempre me fascinó esa es Frida Kahlo.

En los noventa andaba estudiando las primeras vanguardias en el colegio, y aquella hermosa mujer de una sola ceja y bigote me despertó verdadero interés. Aunque nunca comulgó con el movimiento surrealista, André Breton la reconoció como parte de él. Frida era una artista honesta que en el lienzo plasmaba dolor, naturaleza, y feminidad a raudales. Pero era mucho más que una pintora, su vida también era apasionante.

Tanto Frida Kahlo. Biografía de Rauda Jamís como El diario de Frida Kahlo. Un íntimo autoretrato escrito por la propia Frida Kahlo, se habían convertido en best sellers, y al leerlos, muchos descubrimos a la mujer y a la artista en mayúsculas.

Volvamos atrás en el tiempo. La relación con su madre fue bastante fría, y eso marcaría a la pequeña Frida que con apenas siete años de edad tuvo también que enfrentarse a la polio. La enfermedad afectó a su pierna derecha que no llegó a desarrollarse del todo. A pesar de disimularlo con falda larga y pantalón, algunos niños se reían y la llamaban pata de palo. Eso la marcó.

A los quince años, despertó en ella el interés por la recuperación de lo autóctono, y también por el movimiento del muralismo. Conoció al máximo exponente de este movimiento, al famoso muralista Diego Rivera con quien se casaría más tarde. Diego recordaba la voz de una niña que iba a verle trabajar y le pedía permiso para observarle. Ella lo hacía sentada durante horas.

A los dieciocho un fatídico accidente truncó su vida. Subió a un autobús con su novio, Alejandro Gómez, líder del club de jóvenes rebeldes Las Cacuchas, al que Frida también pertenecía, y el autobús fue arrollado por un tranvía. Alejandro sufrió sólo contusiones pero Frida quedó muy mal herida, además de múltiples fracturas en su pierna derecha y clavícula, un pasamanos le atravesó la cadera y le salió por la vagina, fracturándole en tres el hueso púbico. Más tarde la artista diría que en aquel accidente había perdido la virginidad.

El mal estado de su columna vertebral, también partida en tres partes, la obligaría a llevar corsés y a quedar postrada en una cama largas temporadas de por vida. Pero a ella lo que más le dolió es que Alejandro la abandonara.

El 5 de diciembre de 1925 escribe en su diario: «€Lo único bueno que tengo es que ya voy empezando a acostumbrarme a sufrir€» Y es que la relación con el sufrimiento es clave en su obra. Frida no sería la que es sin ese sufrimiento. Fue ahí donde nació la pintora. Su madre hizo instalar un caballete y un espejo en el que Frida se miraba, y como pasaba muchas horas a solas empezó a autorretratarse. «Pinto autorretratos porque estoy mucho tiempo sola. Me pinto a mí misma porque soy a quien mejor conozco». (Diario de Frida Kahlo)

El 21 de agosto de 1929 contrae matrimonio con Diego Rivera, su gran amor. Ella tenía 22 años, él 42. Solo un año después de casarse, empiezan las infidelidades. Frida tuvo que aceptar que tendría que compartir a su marido con otras mujeres. Intentó ser madre en tres ocasiones pero tuvo tres abortos y no le quedó otra que aceptar la derrota y centrarse en su trabajo; «He perdido tres hijos. Las pinturas han sustituido todo eso. Creo que el trabajo es lo mejor que hay» (Diario de Frida Kahlo).

Pero el peor de los golpes fue cuando se enteró de que su hermana Cristina también era amante de su lujurioso esposo. Aquella doble traición la derrumbó. «Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior», escribió en su diario. Tal vez por esta razón, para no ser devorada por su sufrimiento, ella prefirió plasmarlo en un lienzo.

Trató de olvidar a Diego Rivera, y de vivir sin él pero no fue capaz, y tras un sonado divorcio, volvieron a casarse.

Frida y Diego albergaron a numerosos artistas e intelectuales de la época en la casa azul de Coyoacán. Al ver que su marido la traicionaba, también ella decidió tener algunos amantes. Entre ellos se encuentran: León Trostsky , el cirujano americano Leo Eloesser, la artista Chavela Vargas, la mujer de Breton, Jaqueline Lamba, el coleccionista alemán Heinz Berggruen, el fotógrafo Nickolas Muray, el escultor japonés, Isamo Noguchi, y el pintor español Josep Bartolí.

Tras el éxito de 1938 en el que Frida inaugura su primera exposición en la galería Julien Levy de la Gran Manzana, viajará a París dónde conocerá a diferentes artistas surrealistas a los que despreciará; «no te imaginas lo perra que es esa gente. Me da asco. Es tan intelectual y corrompida que ya no la soporto (€)» (Biografía, La belleza terrible).

En 1954, y tras sufrir una amputación en la pierna derecha, Frida Kahlo muere.

Los médicos dictaminan una embolia pulmonar como causa del fallecimiento pero el fantasma del suicidio siempre rondó su partida.

A su muerte, Diego escribe: «Yo me he dado cuenta que lo más maravilloso que me ha pasado en mi vida ha sido mi amor por Frida».