Igual que en una sociedad la cultura dominante es la de la clase dominante, en el orden mundial la política dominante es la del país dominante. Temo por ello que el gremio de imitadores políticos de Trump crezca más deprisa que el gremio de detractores. Al final todos los líderes del mundo harán hasta la Casa Blanca el paseíllo, cuya función no es otra que rendir pleitesía al jefe (normal), una vez allí, todos posarán sonrientes y hasta festivos con el jefe (normal), todos resaltarán los puntos de coincidencia con el jefe (normal) y todos dirán que la visita en todo caso ha servido para reforzar los tradicionales lazos de amistad con el país del que el jefe es jefe (normal). Pero lo peor es que luego vendrán las imitaciones: una vez que uno digiere la normalidad de lo brutal y atroz, los jugos digestivos siguen trabajando para encontrarle incluso gusto, y luego probar con la receta.