El Gobierno de la nación tuvo la tentación de aprobar un decreto que habría sido titulado «contra Villar» de la misma manera que en tiempos de Felipe González hubo uno «contra Porta». Esta vez no ha sido necesario reducir los mandatos a dos legislaturas. En este caso, Ángel María Villar se ha labrado su caída. Han sido 28 años y un día. Como una condena. Nunca hasta la fecha había surgido una candidatura que gozara de complacencia casi general. Esta vez, Jorge Pérez, exsecretario general de la propia Federación Española, ha conseguido unir fuerzas suficientes para que Villar no puede volver a presumir de que el fútbol está con él y su ruina le perdona los desaguisados. Villar ha mantenido durante años peleas con cuantos han osado llevarle la contraria. Lo grave han sido los enfrentamientos con la Liga de Fútbol Profesional a la que trató de mermar facultades desde el principio. El primer presidente, Antonio Baró Armengol, hombre con sentido común y buen pactista tuvo que renunciar a la guerra porque era inútil entenderse con un hombre que siempre estaba a la contra. Los primeros problemas y quizá los eternos fueron los del poder. A la Liga le puso todos los obstáculos posibles para que no tuviera eficacia económica y deportiva. Su argumento cuando se le llevaba la contraria era éste: «Tenga usted en cuenta que soy muy vasco». Don Pedro Escartín que ya era hombre entrado en edad le respondió: «Pero es usted de los que piensan como Unamuno o de los que levantan piedras».

Villar ha intentado ser presidente de la FIFA y de la UEFA, pero su afición a formar parte de clanes perseguidos por la justicia como los de Blatter y Platini, le han restado presencia en los organismos internacionales. Recientemente se le relegó del puesto de responsable del comité arbitral de la FIFA.

Siempre ha entendido la Federación como coto privado. Económicamente, se ha resistido siempre a inspecciones. Su teoría se fundamentaba en parte en que los dineros que ingresaba por partidos de la selección o contratos televisivos y publicitarios no tenían que ser estudiados por el Tribunal de Cuentas ni nada que se le pareciera. En una ocasión llegó a renunciar a la parte alícuota que reparte el Consejo Superior de Deportes con la teoría de que otras federaciones estaban más necesitadas. Su gesto, teóricamente benefactor, estaba fundamentado en el deseo de huir de cualquier examen.

Se rodeó de turiferarios que le complacieron siempre y en algunos casos hasta le llevaron al borde de la ruina moral sin que se percatara de ello. Llegó el momento en que con el nuevo secretario fuerte de Estado, Juan Ramón Lete, creyó que había entrado en época de paz. En la revista que edita la Federación, panfleto en favor del presidente, se ha llegado a maltratar a Miguel Cardenal, primer Secretario de Estado que no aguantó ni su política ni sus desplantes. Obligado a reformar el reglamento creado a su imagen y semejanza para las elecciones se topa al fin con que tiene adversario.

Pérez conoce perfectamente cuanto ha ocurrido en la Federación durante más de 20 años. La Liga está a su favor y varios presidentes de federaciones regionales también le prestan su apoyo. Jorge Pérez quiere hacer de la Federación casa para todos y en su plan económico está el mejor reparto de los ingresos para clubes de Segunda B y Tercera. Y lo importante es que también hay grandes clubes a su lado. El clientelismo con que actuó Villar toca a su fin. El fútbol quiere eso tan tópico de luz y taquígrafos. Y sobre todo, que desaparezcan los procesos juridiciales.