España sigue destacando en la UE por el aumento de la desigualdad, la llamada brecha social. Más allá incluso de la injusticia del hecho, este fenómeno pasará factura en términos de estabilidad, porque el pacto implícito de paz social descansa en la premisa de cohesión de rentas que ahora se está poniendo en jaque. De igual modo, ha afectado ya al sistema de partidos, rompiendo la izquierda ante la imposibilidad del PSOE de abarcar un espacio sociológico que la creciente desigualdad ha estirajado. Propiamente Podemos es una escisión del Partido Socialista como resultado de los nuevos esfuerzos a los que se ha visto sometido su espacio social. En la medida en que la cohesión social es la base que puede soportar un sentimiento de nación, la brecha social lo erosiona, y puede llegar a fracturarlo. Son fracturas que luego sueldan mal, y cuando lo hacen dejan una claudicación para siempre.