Cada vez que puedo, me gusta platicar con mi librero de cabecera, el inefable Pedro Rodríguez, de En portada comics, en Málaga. Un profesional así es tan indispensable como el médico. Y ello porque, si bien los sanitarios sanan las dolencias del cuerpo, los libreros de fiar edifican nuestro interior con sus recomendaciones. Hace poco, hablábamos de dos encuentros que tendrán lugar en Málaga, a mediados de este mes de marzo, en torno al mundo del cómic: Freakcon y Termicómic. En ambos eventos se podrá disfrutar no sólo de la presencia de dibujantes consagrados de talla nacional e internacional, como Alfonso Azpiri o Claudio Castellini, sino también de la asistencia de artistas malagueños como Pepo Pérez, José Pablo García o Pablo Ríos, entre otros. Sólo hace falta tener los ojos abiertos para darse cuenta de que, si bien el mundo de la ilustración y del cómic engancha a uno de los públicos más fieles y amplios respecto a su arco de edades, el engranaje de las grandes editoriales, por contra, no termina de apostar a las claras por el producto nacional. ¿Quién lo va a poner en duda si incluso el rey de reyes, Juanjo Guarnido, dibujante de la inigualable y premiadísima saga Blacksad, tuvo que publicar en Francia ante la indiscutible sequedad del panorama nacional? Y es que aquí, en España, a pie de calle y de debate de librería, conocemos a los grandes y sabemos quiénes son, pero el criterio de la calidad, en muchas ocasiones, no es lo primero que baraja la industria a la hora de asumir para sí una publicación y sus riesgos. Como en la mayor parte del mundo editorial, dicho sea de paso. Y es por eso por lo que autores y dibujantes españoles de calidad superlativa tienen que beber de Francia o de otros países mucho más abiertos al género antes de que sus obras vean la luz en territorio patrio. Así está el tema. ¿La solución para muchos?: El crowdfunding o la autoedición. Ambos registros son los que hoy día plantan cara a los gigantes de la edición y se configuran como un trampolín más que legítimo frente un mercado tradicionalmente vetado. Y eso es bueno, que las iniciativas independientes se vean en los estantes y se puedan valorar por el respetable. Y es que aquí, en nuestra tierra, hay producto autóctono de gran valía. Como la obra del camaleónico Jordi Bayarri, que cabalga desde hace años con premios a sus espaldas y con calidad incuestionable. Un autor que domina con maestría multitud de géneros, abarcando desde los líos de faldas medievales de Magia y Acero hasta su colección biográfica de Científicos, o su inminente continuación de la saga Scrap Trek, pronto a la vista. Al igual que la impecable y correctísima Eve Mae, que a su corta edad ha publicado la historia negra de su Hacker épico con la solvencia y credibilidad de los grandes maestros del género. O el ínclito Pedro Pérez, que seguramente nació con un lápiz en la mano. Un virtuoso del dibujo y de la animación que, como otros tantos que más arriba les refería, tuvo que acampar profesionalmente en Francia antes de que Los tiburones de Rangiroa y su encantadora Trizia aterrizaran, para quedarse, en la cancha nacional. Y si hablamos de autores emergentes, despunta indubitadamente el carisma y el talento de la inimitable Sarah con Hache. Sus legiones de seguidores ya amparan su futura obra, Sasi, la cual aflora como una suerte de espejo autobiográfico donde la autora y su personaje consiguen hacer emerger todo lo extraordinario que desprende lo cotidiano. En Sasi, al más puro estilo cartoon, se entremezclan multitud de registros y de emociones. Sus vivencias hacen de su protagonista algo tan nuestro que, al final, se descubre un trasfondo personal y cálido mucho más allá de su estética adictiva. No nos queda más que agradecer a todos ellos el color de nuestros días y el empeño en mantenerse fuertes a bordo de un oficio más que necesario y que, dentro de su imaginario iconográfico, permite que muchos de nosotros sigamos cuerdos, como dice mi tocayo de En portada comics. Y que sigan así. Perseverando y mostrándonos, entre viñetas, sus vidas y sus historias. Que son las nuestras.