La desregulación del mercado farmacéutico prometida por el presidente Donald Trump es una amenaza no sólo para ese país sino también para el resto del mundo.

Es lo que sostiene, por ejemplo, el profesor australiano John Rasko, que ha firmado un artículo de opinión junto a otros dos colegas de Japón y Canadá en la revista científica Nature.

El pasado enero, fiel a su estilo hiperbólico, Trump declaró en una reunión con directivos de la industria farmacéutica: "Vamos a reducir la regulación a niveles nunca vistos".

«Los defensores más radicales de la desregulación del sector farmacéutico creen que el único árbitro de la eficacia de los productos lanzados al mercado debería ser el propio mercado. Sostienen que si un medicamento se vende bien es porque es eficaz y seguro», critica el científico australiano.

«Si se producen esos cambios legislativos, al cabo de diez años podemos encontrarnos con un mundo dominado por los vendedores de crecepelo. Todo será mercadotecnia», agrega Rasko en declaraciones a la agencia Fairfax Media.

Según el New York Times, el candidato a dirigir la FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos de EEUU) es Jim O´Neill, ex funcionario del Departamento de la Salud y Servicios Humanos de aquel país que se ha declarado partidario de la aprobación gradual de los fármacos aunque su eficacia no esté demostrada.

Deberíamos reformar la FDA de tal manera que autorice los fármacos una vez que sus patrocinadores demuestren que no peligra la salud. Y que la gente comience a tomarlos por su cuenta y riesgo, dijo en cierta ocasión O´Neill.

En un artículo de respuesta en la revista Nature, el australiano Rasko y sus colegas critican que Trump y quienes le asesoran pretendan eliminar las regulaciones todavía vigentes en EEUU que exigen demostrar la eficacia de un fármaco antes de que éste pueda comercializarse.

Recuerdan, por ejemplo, lo ocurrido con la talidomida, medicamento de triste recuerdo que debía servir para prevenir las náuseas durante el embarazo y terminó causando defectos congénitos en millares de personas de todo el mundo.

«Rebajar los estándares del acceso al mercado de los medicamentos en Estados Unidos será un perjuicio para la salud en todas partes», argumentan los tres científicos ya que «volverá menos competitivos aquellos laboratorios que se adhieran a los más estrictos estándares europeos».

Además, una vez que un medicamento está en el mercado, es mucho más difícil conseguir datos fiables sobre su eficacia: los estudios clínicos pueden "verse comprometidos en cuanto el dinero cambia de manos".

Un mercado sin regular no va a poder impedir la comercialización de medicamentos innecesarios o ineficaces, y éstos, aunque no sean tóxicos, pueden causar daños a la salud, explican los firmantes del artículo.

En él recuerdan que en 1962, el gobierno de Washington modificó la legislación de medicamentos vigente desde 1938 y que no exigía demostrar la eficacia de los fármacos y sólo su no toxicidad.

Con el cambio legislativo se retiraron del mercado más de un millar de medicamentos porque su eficacia no había podido demostrarse.

«Ningún laboratorio va a gastar las decenas de millones de dólares que se necesitan para demostrar la eficacia de un fármaco si no se le exige por ley», sostiene el profesor Rasko.