Porfiaba el otro día Rivera en que su socio Rajoy abriese una comisión para investigar las comisiones del PP; pero el presidente estaba algo distraído. Citó el caso bíblico de la mujer de Lot, abogó por mirar al futuro y, en lo tocante a las exigencias del líder de Ciudadanos, solo le faltó agregar:

-Me alegra que me haga usted esa pregunta. Y perdonará que no se la responda.

Ocurre que Rivera, político regeneracionista, tiene una fe ilimitada en los pactos como técnica de Gobierno. De hecho, ha firmado varios que sustentan Gobiernos en Andalucía, en Murcia, en Madrid y otros lugares. Por supuesto, mantiene también un acuerdo con Rajoy que incluye la investigación de las finanzas del PP. Ahora quiere que el primer ministro lo cumpla y hasta le echa en cara que tenga mucha cara por negarse.

Catalán de origen, Rivera sabe que los pactos son el fundamento del comercio. Aplicados a la política, eso sí, presentan ciertas dificultades de ejecución, como acaba de comprobar en el caso de la caja B del PP. Pactar contra la corrupción es como hacerlo contra la ventisca. Se pueden reparar los daños, en el mejor de los casos; pero acaso resulte inútil cualquier intención de prevenirla. La regla se aplica aquí y en Pekín, lugar este último donde ni siquiera las penas de fusilamiento dictadas por el régimen contra los corruptos han conseguido que estos abandonasen.

Rajoy le ha pedido a Rivera que se centre en asuntos de más enjundia y actualidad, como el paro, las pensiones o el lío de los estibadores. Lo de la financiación irregular del PP, dice, es cosa del pasado. A lo sumo, el primer ministro ofrece que se investigue tan incómodo asunto en el Senado, donde el partido conservador a investigar dispone de mayoría absoluta. Allí podrá hacer un guiso como los de Juan Palomo: y para que no haya celos, Rajoy propone ampliar las indagaciones a todos los partidos.

Tampoco hay que exagerar las virtudes de las comisiones de investigación. Ahora hay constituidas un par de ellas para averiguar qué pasó con la crisis de la banca y con ciertos recientes sucesos en Interior. Una se aprobó en septiembre y acaba de constituirse. La otra tardará aún largo tiempo en empezar a producir papeles. Es la dinámica propia de este tipo de comités. Aparte de lo redundante que parece crear una comisión para averiguar el cobro de comisiones, es bien conocido el juicio que a Napoleón le merecían estos procedimientos: «Si quieres que algo no se haga, encárgaselo a una comisión».

Erre que erre, Rivera ha formado una mayoría coyuntural con el PSOE y Podemos para exigirle a Rajoy que cumpla con el pacto, so pena de verse obligado a hacerlo por la fuerza del número. No parece que ni así el distraído presidente vaya a darse por enterado, aunque siempre existe el riesgo de que le dé por convocar elecciones si en la bancada de enfrente le aprietan en exceso. Por inútiles que sean, las comisiones sobre comisiones tienen a veces mucho peligro.