Ruibal no compone música clásica pero lleva más de 35 años siendo un clásico en la música. Clásico por eterno y por derramar tanta clase. No hace flamenco pero respira en flamenco. Claro, es de El Puerto de Santa María. Pero el vaporcito que viaja por las venas del talento hasta las últimas habitaciones de su sangre navega hacia el Caribe, el norte de África, la vasta Asia, y aunque vuelve siempre a Andalucía, lo hace para volver a poner la proa hacia los confines del universo.

Ruibal es de los que piden tinto de verano, pero sus canciones se beben en copas de balón en cuyo interior se balancea brandy añejo y champán francés embotellados en Cádiz. Con ese regusto en la boca besa cuando canta, y denuncia, desgarra, susurra, divierte, anhela, silba, enamora, declara, añora, duele y alegra algunas almas.

Ruibal es un verso libre que escribe versos. No es poeta para todos. Pero todos, lo sepan o no, le necesitan como poeta desde que moviéndose como arena, convertido en una Duna a la que empuja el viento grano a grano, elevó su voz hasta algún Cuerpo celeste para escribir sus poemas en La piel de Sara con la que se citaba en la Pensión Triana, desde donde avistaba otras pieles donde la tinta no resbala. Anduvo siempre con vocación de insistir en el Contrabando de todo tipo de emociones, aunque confesando que en ese empeño para él son siempre Las damas primero -o, al menos, eso es Lo que me dice tu boca, Javier, cada vez que cantas tu Sueño, antes y después de tu 35 aniversario-.

Ruibal se ha hecho en este 20 Festival ´de Málaga, malagueñito´. Y para hablar en el auditorio del Picasso, vendidas todas las entradas, cantando recordó de su adolescencia aquel Cine Macario, por ser educado con quiénes le traían como protagonista de la película que le lleva en el título: «Pasó que ese día llegábamos tarde. Salvaba Paul Newman el coloso en llamas. Pasó que llovía y no estaban tus padres. Pasó que por fin me llevaste a la cama€ De lunes a viernes valía la pena vivir un calvario. Si el sábado daban una buena peli en el cine Macario». También le cantó a Morente y nos contó sus cosas de contrabandista armado de una guitarra, cuyo mástil se asemeja al palo mayor de ese vapor que no deja de navegar, toda la mar por delante y el viento de donde venga, por sus entrañas de artista.

Ruibal. Por libre. Javier anda por Málaga arropado por los suyos -esta noche actúa con ellos en La Cochera Cabaret-, tan vivo y pasando tan de puntillas por el tiempo que de él se ríe, carnavaleando risueño sobre estos días convertidos en sombrío batiburrillo inquietante.

¡Ay!, Javier, cómo no agradecerte el soniquete y el compromiso, tu existencia solidaria, cómo no besar tus versos y no versar tus besos, cómo no beberse tus canciones en la noche y en el desayuno. En fin, que cómo podría ser delito, en este mundo maldito, quererte como a ninguno.