Susana Díaz ha llegado al río. Hoy cruzará el puente. En la otra margen le esperan Pedro Sánchez, puño en alto y con ganas, y Patxi López, cabizbajo y buscando su espacio. Los tres se disputarán el 21 o 28 de mayo la secretaría general del PSOE y el resultado marcará el futuro del PSOE, la duración de la presente legislatura de un Mariano Rajoy en franca minoría y el relevo a medio plazo en la presidencia de la Junta de Andalucía en el caso de que Díaz se haga con el liderazgo nacional de su partido.

Susana Díaz ha tardado casi tres años en alcanzar la margen del río desde que en 2014 declinó la oferta de cruzar el puente y sustituir a Alfredo Pérez Rubalcaba al frente de la secretaría general del PSOE en el congreso extraordinario de julio. Díaz, la baronesa andaluza, optó entonces por respaldar la candidatura de un desconocido Pedro Sánchez frente a Eduardo Madina y Pérez Tapias, y puso a trabajar a la potente maquinaria del PSOE andaluz para encumbrar a Sánchez, que obtuvo el 60% de los votos de Andalucía.

Susana Díaz y su reducido equipo llevan meses planificando su candidatura. Con paciencia, midiendo los tiempos y abusand0 de metáforas. Leyendo entre líneas qué dicen los barones, los militantes, escuchando a la calle. Sumando apoyos. Lo llevan haciendo desde que Sánchez rompió el pacto y se autoproclamó candidato en 2014 a la presidencia del gobierno. Ya aplazaron un intento tras el primer desastre electoral de Pedro Sánchez en 2015, cuando perdió veinte diputados. El PSOE andaluz y sus federaciones afines apostaron por la repetición de elecciones y rechazaron de plano un pacto con Podemos al considerar que la alianza con Pablo Iglesias sería «el fin» del PSOE. Entendían que la militancia podría respaldar ese acuerdo porque suponía arrebatarle el gobierno al PP, pero la sociedad y los votantes, que no militantes, del PSOE no lo perdonarían. Como no perdonó el PSOE andaluz la deriva a la que Sánchez y César Luena estaban llevando el partido con el famoso «no es no» y sus intentos de armar un gobierno con fuerzas nacionalistas, independentistas y demás círculos de Podemos.

Tras el comité federal del 1 de octubre de 2016, el equipo de Susana Díaz tuvo que modificar la estrategia para borrar de la mente de militantes y votantes la participación activa de la federación socialista los días previos al comité federal que forzó la dimisión de Pedro Sánchez y que permite a Mariano Rajoy pasear por la Moncloa. Ese día todos los barones socialistas sabían ya que la secretaria general del PSOE andaluz estaba dispuesta a cruzar, con primarias o por aclamación, el puente que conduce a la cuarta planta de Ferraz y tratar de poner fin a una de las peores crisis del partido en su 137 años de historia: sin secretario general, en manos de una gestora y con una tremenda bronca orgánica que no tiene visos de cerrarse a medio plazo como se comprueba con la polémica de la financiación de las campañas, los avales o con las acusaciones a la gestora, léase Mario Jiménez, de no ser neutral. Neutralidad activa, que diría José Antonio Griñán.

En los últimos meses, la baronesa andaluza ha ido cincelando su proyecto político, atando en corto al partido en Andalucía y armando un discurso de que es compatible ser secretaria general y presidenta de la Junta de Andalucía. El primer golpe de efecto lo dio a finales de diciembre cuando celebró un mitin con José Luis Rodríguez Zapatero en Jaén con la excusa de los diez años de la Ley de la Dependencia para reivindicar la esencia de su partido y las políticas sociales. A partir de ahí fue elevando cada día un poco su discurso de estadista, orientando la estrategia del grupo en el Congreso, ajustando su agenda institucional, virando los cañones del gobierno andaluz contra el gobierno de Rajoy a la par que golpea sin piedad al populismo de Podemos.

Pero el verdadero golpe de efecto lo dará hoy en el Palacio de Ferias de Madrid, donde los estrategas de Susana Díaz han optado por hacer la máxima exhibición de fuerzas en la presentación de su candidatura y desechar la idea de organizar un acto sólo con militantes, decisión que reforzará aún más el mensaje que se trabaja Sánchez de que él es el candidato de las bases y no de los poderes del partido.

Díaz ha optado por exhibir todo el músculo orgánico del pasado y presente del PSOE en un acto donde esperar reunir a 6.000 personas con la presencia de la inmensa mayoría de los barones socialistas (Ximo Puig, Emiliano García-Page, Guillermo Fernández Vara o Javier Lambán) junto a Felipe González, Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Luis Rodríguez Zapatero, José Bono, Carmen Chacón, Eduardo Madina, Matilde Fernández... para trasladar el mensaje de que todo el PSOE la apoya o de que es la única candidata que sabe y puede unir el pasado, presente y futuro del partido. De hecho, toda esta tropa socialista sería incapaz de reunirse en una misma sala ni para tomar café.

A parte del debate de las personas, el debate político que mantiene el PSOE es idéntico al que desgarra a toda la socialdemocracia europea, entre los defensores de un giro a la izquierda alternativa y populista y los partidarios de recuperar la tercera vía socioliberal o la esencia de la socialdemocracia que reivindicó hace pocos días el alemán Martin Schulz cuando fue elegido presidente del Partido Socialdemócrata (SPD). Schulz logró devolver el optimismo a la socialdemocracia alemana cuyo panorama en Europa es desolador. En Francia el independiente Emmanuel Macron puede que sea el próximo presidente obviando a Benoît Hamon, el candidato oficial del Partido Socialista; la socialdemocracia está hundida en la irrelevancia en Grecia o Holanda; está inmersa en luchas internas en Italia al igual que sucede en España y con posibilidades muy remotas de reconquistar el poder en Reino Unido. Por simplificar el mensaje, a Martin Schulz le ha bastado enarbolar la bandera de la justicia social y devolver a la SPD un discurso clásico socialdemócrata para que los ciudadanos que se sienten abandonados por las élites tengan otra alternativa más allá de las aventuras populistas.

Salvando diferencias geopolítcas, la candidatura de Susana Díaz se presenta también bajo ese paraguas. Su lema de campaña así lo resume 100por100PSOE. Sus más cercanos colaboradores consideran que frente a la radicalidad de los planteamientos de Pedro Sánchez, la andaluza representa al PSOE de siempre, un proyecto heredero de su historia pero conscientes de la realidad de los nuevos tiempos. Díaz apuesta por la cohesión de un PSOE federal con los territorios y no plantea, como le atribuyen a Sánchez, instaurar un conjunto de partidos territoriales para España para abordar el problema territorial. Y una tercera diferencia es que están convencidos de que se puede ganar al PP sin tener que mirar a Podemos, estrategia que sin duda desdibuja y diluye el proyecto socialista y los debilita electoralmente como se comprobó en los dos últimos fracasos electorales de Pedro Sánchez. Las elecciones andaluzas las afrontaron así y frenaron a Podemos.

Tras años de amagos, Díaz cruzará hoy el puente aburrida de esperar su oportunidad en la orilla.