Esta semana una de las noticias top en todos los informativos fueron las desagradables imágenes de una pelea entre padres de niños que disputaban un partido de fútbol en Mallorca. Lo más lamentable de la experiencia es ver que hay un niño, hermano de alguno de los jugadores, corriendo mientras llamaba a su madre entre esos padres que querían arreglar no sé qué como se hacía en el lejano oeste, o eso vimos en las películas.

Y esto cuando todavía tenemos muy presentes esas otras imágenes de aquel padre dándole una paliza a otro en un campo de fútbol en Las Palmas. La paliza fue tan brutal que quien la recibió ha perdido la visión en un ojo.

Esto no es algo exclusivo del fútbol. En una competición escolar de baloncesto en Madrid, los jugadores del equipo que venció un partido se mofaron mediante las redes sociales de los chicos a los que se enfrentaron. Este tipo de situaciones tan desgraciadas y tan lejanas de ser un ejemplo han pasado siempre. Quizás ahora las tenemos más presentes porque son más fáciles de grabar. Basta tener un móvil a mano. De ahí a colgar las imágenes en cualquier plataforma convirtiéndola en viral sólo hay un paso. La información se transmite a tal velocidad y con tal repercusión hasta el punto que pueden abrir los informativos de todas las cadenas de televisión en prime time. Seguro que situaciones así suceden con alguna frecuencia más de la deseada y no nos llegan porque no son grabadas y, por lo tanto, no trascienden.

La respuesta de los clubes implicados son rápidas y drásticas. Algunos clubes expulsan a los niños de los padres implicados en las peleas. Otros retiran al equipo de la competición. Ninguna decisión es totalmente justa. ¿Qué culpa tienen los niños de que sus padres sean unos bárbaros? Eliminar al equipo cuando dentro del grupo también habrá chicos cuyos padres posiblemente no estuvieran ni viendo el partido, tampoco es muy justo. Tomar una decisión totalmente justa es muy difícil. Posiblemente imposible. Pero a mí me parece que todas están bien. Y digo esto porque algo hay que hacer, alguna medida se debe tomar ante actos de tal magnitud. Por eso debemos respetar la decisión que tome cada club sabiendo que sea la que sea, no será del todo justa.

Cuando eres responsable de un club y te ves inmerso en algo así, algo debes hacer intentando ser lo más justo posible pero sabiendo que tu decisión no será totalmente justa. No es fácil decidir y por eso tienen mi respeto y mi comprensión esas personas que tienen la obligación de decidir, me gusten más o menos las medidas que tomen.

Es evidente que esto se nos escapa de las manos. Seguro que los padres protagonistas de la pelea de Mallorca comentaban mientras almorzaban con su mujer lo lamentable que les parecía ver las imágenes de la pelea de Las Palmas. Pero tan solo unos meses después no dudaron ellos en ser protagonistas de una batalla campal delante de sus hijos. Se les olvidó lo que le dijeron a sus mujeres aquel almuerzo viendo ese informativo que noticiaba esa pelea entre padres en Las Palmas.

La única decisión que evitaría situaciones así de terribles es que se jueguen todos los partidos en todos los deportes a puerta cerrada. De esa manera no habría peleas en las gradas, ni insultos a los árbitros, ni nadie que le diga a los niños que no pasen el balón y se jueguen todos los tiros o que regatee a todos buscando meter él los goles porque si no, no lo fichará nadie. Jugar a puerta cerrada daría muchas soluciones a muchos de estos problemas que están a la orden del día.

¿De verdad que vamos a tener que llegar a esto? Jugar los partidos sin público. Es muy duro plantearlo y espero que nunca suceda porque que la cordura de todos sea la que se imponga. Pero creo que cada día que pasa nos alejamos más de esa cordura y nos acercamos a vivir competiciones de niños pequeños a puerta cerrada.

Como es muy desagradable hablar de estas cosas, quiero quedarme con la imagen que vi ayer de un niño que tira un penalti dándole un pase al portero rival porque consideraron que el árbitro se equivocó al señalizar el penalti y no quisieron sacar ventaja de ese error. Niños dando ejemplo. Bonito, ¿verdad?