Hace pocos días, los savonarolas de turno se rasgaron las vestiduras porque La 2 de TVE retransmitiera en domingo la misa católica. No creo que lo hicieran por un prurito de equilibrio entre las diversas religiones practicadas en España, sino porque les parece que el culto del signo que sea debe estar ausente de un canal público. Muy bien. Todos preferimos programas como KK de Luxe (sé que no se llama así pero es lo que me inspira), que estimulan el pensamiento y fomentan la cultura.

Es bien cierto que la Constitución define al estado como aconfesional, pero eso no debería obstar para que la mayoría de sus ciudadanos sea libre de practicar la religión católica. Y un servicio público es un servicio público. La Constitución debería estimular la imparcialidad de los poderes públicos frente a los ciudadanos sin privarles de la asistencia moral que reclaman: está para favorecerlos y no para prohibirles el normal desarrollo de sus creencias.

Es natural que los poderes públicos sospechen de la Iglesia, sobre todo teniendo en cuenta su historial, pero hacerles pagar impuestos no requiere castigar a sus fieles. La laicidad va por otros derroteros. Que se mantenga la misa de los domingos (que mi madre seguía cuando ya no podía moverse) y que se añadan a la programación de la 2 otros servicios religiosos de confesiones que estén al día con el fisco, la gran divisoria establecida por Cristo cuando dijo aquello de «a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César». Mientras en la moneda de un euro figure el mapa de la UE y no aparezca la efigie del Papa, no hay discusión posible. Y además, ¿a quién dañan los creyentes (a excepción de al señor Rufián que siempre hace honor a su nombre) con sus creencias mientras no puedan imponérnoslas a los demás? Los tiempos de la tiranía han pasado.

¿Hay algo más útil que un Estado prestando un servicio público a una parte de sus súbditos?

Vayamos al otro espinoso asunto de los signos externos.

¿Por qué debe ofendernos y nos lleva a pedir su prohibición la chilaba en los hombres y el niqab en las mujeres musulmanes que se pasean y viven en España? Tengo la respuesta: por miedo y por rechazo a culturas que consideramos inferiores, cosa de desharrapados. Y también tengo la respuesta de por qué no nos ofenden en cambio las sotanas y los hábitos de las monjas: simplemente porque son autóctonos y los llevamos impresos en el ADN. A mí el islamismo me es indiferente, es más, me parece una religión primitiva pero no por ello voy a reclamar que la prohíban. Viene a ser como la misa por televisión. Y es mentira que el rechazo al modo de vestir de los árabes provenga del miedo a los atentados que nos asuelan; proviene de un desprecio anterior. Si voy vestido con vaqueros en un colegio americano, en Columbine por poner un ejemplo, ¿soy automáticamente sospechoso de planear un atentado para matar a veinte de mis compañeros?

Por lo demás, si una mujer quiere endosarse el niqab y andar tres pasos más atrás del marido, allá ella. También los curas directores espirituales católicos solían no hace ni medio siglo aconsejar a las mujeres paciencia con los desmanes del marido y con los tortazos que le daba. Claro que el término «violencia de género» no había sido acuñado aún ni estaba mal visto. Como no había divorcio€

Por lo demás, ha habido un gran polémica, especialmente en Francia, sobre si las chicas debían poder llevar la cara o el pelo tapados para ir a clase al Liceo. Y por qué no. Mientras no se lo pongan para engañar al maestro en los exámenes€ Igual sucede con el derecho de las autoridades a comprobar quién está debajo del niqab. La sharia se aplica en el mundo musulmán; aquí deben cumplir nuestras leyes, que también son las suyas.

Pues que se quiten los crucifijos de los lugares públicos. Eso nada tiene que ver con el Islam. Tiene que ver con la laicidad del Estado. Que los quiten, desde luego.

Y un último punto: el de la reciprocidad. Recientemente, Noruega le ha dicho a Arabia Saudí que mientras no permitan la erección de una iglesia cristiana en el desierto, no permitirá que se construya una mezquita en Oslo. Me parece muy bien.