La mujer se le cayó el zapato, no sin cierto estruendo al golpear el tacón contra una tapadera mal cerrada en la acera. Salía yo de desayunar en un bar y me agaché solícito para recoger lo que creí que se le había caído, el bolso quizá o algún objeto que llevara en la mano. Cuando me vi con el zapato en alto y la vi a ella con la pierna flexionada para no pisar el suelo con su pie desnudo, sentí cierto pudor y empecé a dudar de si hice bien o no en recoger por impulso cívico lo que luego resultó ser su zapato…

Cenicienta residual

Se lo devolví de inmediato. Mientras la mujer se lo volvía a poner, creo que dudando también si sentirse agradecida o contrariada -cómo diablos salió despedido ese zapato de su pie hasta caer al suelo de esa manera, sigo preguntándome-, yo me encaminé al auditorio Edgar Neville para moderar la segunda jornada sobre el futuro de los residuos sólidos urbanos. Al llegar les conté un chiste, para la distensión en unas jornadas tan cualificadas y técnicas, a los ingenieros, economistas, gestores de plantas de tratamiento de residuos, investigadores en nuevas tecnologías para el reciclaje y la reducción de emisiones contaminantes y alcaldes (llegados de lugares como Cataluña, Euskadi, Asturias, Almería o la provincia malagueña). Les dije que me había leído tanta documentación sobre el reto de conseguir la economía circular (reducir residuos, reutilizarlos, reciclarlos o recuperarlos para su uso original, e incluso hacer todo eso con la energía que genere el propio residuo, lo que nos impone la Unión Europea para no seguir deteriorando el medio ambiente que heredarán nuestros hijos en un mundo que no deja de crecer y de generar basura de todo tipo), que le había devuelto el zapato a su propietaria diciéndole: «Tome, le devuelvo su futuro RSU (acrónimo de residuo sólido urbano)».

Hasta el cuello

Aprendí mucho con mi participación en esas jornadas, algo que agradezco al Consorcio de Residuos Sólidos Urbanos, dependiente de la Diputación malagueña, que gestiona la basura de 91 municipios de la provincia en la planta de Valsequillo, en Antequera. Apuesto a que la mayoría de ustedes no sabía esto. No solemos mirar hacia donde llevan la basura los camiones que la recogen, normalmente de madrugada. Tendemos a esconder la basura bajo la alfombra. De la misma manera que la basura moral que genera la maldad o, sobre todo, las heridas económicas y educativas, termina en las cárceles alejada de nuestra vista y preocupación ciudadana. Pero la cantidad de basura que generamos empieza a amenazar con llegarnos al cuello.

Media tonelada de basura

Otros dos puntos se suman en Málaga al indeseable depósito de residuos en los distintos vertederos, al triaje previo (discriminación mecánica y manual de la basura que no viene separada de origen, entiéndase por origen a cada uno de nosotros en casa o en nuestros negocios y comercios, etc), al deseable reciclaje como materia prima industrial, al compostaje si es materia orgánica e incluso a su conversión en combustible. La Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol se encarga de gestionar la planta de Casares, donde termina la basura de once municipios del litoral. Y por lo que respecta a Málaga capital, las instalaciones de Limasa, en Los Ruices, son el destino donde se tratan o vierten las toneladas de basura diaria que generan sus aproximadamente 560.000 habitantes. Según el Ministerio de Medio Ambiente, coincidente chispa más o menos con Eurostat y otros organismos competentes, cada ciudadano genera media tonelada de basura al año. Multipliquen, por ejemplo, por el millón y medio aproximado de criaturas que viven en Málaga y provincia y comprenderán la magnitud del asunto.

Por los que vendrán

Si además les digo que sólo reciclamos un 20%, más o menos, de todo eso y la normativa europea nos exige llegar al 50% en 2020 -y en defensa propia, ¿eh?- ¿cómo ven el asunto, además de imposible? Para un político hacer lo que debe no siempre es fácil (impelido por el cortoplacismo de ganar elecciones cuyas campañas cada vez duran más). Tiene que decidir las inversiones adecuadas que les explican los técnicos, inversiones que costeará finalmente el ciudadano. Y a sabiendas de que a la hora de pedirle al votante que tome conciencia y no sólo pague las tasas sino que se esfuerce más en reducir y en separar los residuos que genera, lo hará en medio de este clima de descrédito político generalizado; de dificultad en los consensos en la toma de decisiones generales por el partidismo rampante; de imperio de las redes sociales que en vez de ser herramientas son ya un fin para dar prevalencia a las etiquetas y las ideas casi de marketing, en vez de a los necesarios mensajes de calado que estimulen al conocimiento y pongan en marcha la reflexión informada y responsable a la hora de decidir, acatar o criticar. Ay, si hablásemos más de estas cosas… Porque hoy es sábado.