Pasar a los 37 años de líder de un partido regional catalán a ser el líder del cuarto grupo político español con 32 diputados no es fácil. Cuando se agrietó el bipartidismo en las europeas del 2014 nadie se fijó en Ciudadanos (497.000 votos y dos eurodiputados). El foco fue a Podemos, que logró cinco escaños.

En la campaña del 2015 se vio que en el centro-derecha había hambre de un partido más centrista y con menos pecados que el PP. C´s sacó 3,5 millones de votos y 40 diputados. Un éxito, pero las encuestas prometían más. Cuando Rajoy renunció a la investidura, Rivera y Pedro Sánchez firmaron un pacto de centro-izquierda. Pero se quedaron en 131 diputados. Y PP, Podemos e independentistas -¡que conjunción!- votaron en contra. Nuevas elecciones en junio y resultado más agridulce. Bajaban por el voto útil al PP pero conservaban 3,1 millones de votos y 30 diputados.

La desgracia era la misma. Descartado el pacto con el PSOE (los dos partidos bajaron), con el PP sólo sumaban 169 diputados, insuficientes para elegir presidente. Al final un reticente Rivera pactó con el PP, el PSOE se abstuvo y Rajoy fue investido. Rivera podía exhibir haber forzado al PP a un pacto de regeneración política y de ayudar a la gobernabilidad. Su votante podía quedar medianamente satisfecho. Nada más.

¿Qué hacer el día después? La clave de la gobernabilidad la tenía el PSOE y C´s era una bisagra coja. No le daba al socio principal la mayoría y, como consecuencia, el PP tendía a ningunearlo.

Rivera, aunque impaciente, no se alteró demasiado. Tenía un pacto con el PP a nivel nacional y en cuatro comunidades autónomas y con el PSOE en Andalucía. Habría que esperar y escoger el momento para demostrar que estaba en el centro de las decisiones. Que C´s contaba. Y el momento serían los presupuestos pues se veía que el PSOE -pendiente de sus primarias- no se abstendría como con el techo de gasto. Si Rajoy no quería prorrogar los del 2016 -signo de fragilidad- debería intentar una mayoría de centro-derecha. Y en esa mayoría C´s sería clave aunque tendría que aguantar al PNV.

Acordar el presupuesto da patente de seriedad, pero debía acompañarse de algún golpe que marcara territorio. Cuando se presentó por primera vez a las elecciones catalanas se hizo notar apareciendo desnudo -con pudor- en un póster publicitario. Ahora el primer desnudo llegó el 16 de marzo al no votar con el PP -provocando el enfado de Rajoy- en el decreto sobre la estiba. Reincidió, uniéndose al PSOE y Podemos para crear en el Congreso una comisión de investigación de las cuentas del PP. Rajoy se indignó porque la comisión puede suponerle un auténtico vía crucis pero estaba en el acuerdo de investidura.

Con todo, el golpe más espectacular ha sido Murcia. El 20 de febrero el presidente Pedro Antonio Sánchez fue imputado en el ´caso Auditorio´ y C´s pidió su dimisión por los pactos contra la corrupción. El PP no hizo caso y C´s dio un ultimátum: si Sánchez no dimitía, C´s votaría a favor de una moción de censura y el PP perdería la comunidad. En Génova no atendieron, Sánchez fue elegido presidente regional y el PP tampoco se alteró cuando el PSOE presentó la moción de censura. Creían que C´s no se atrevería a apoyarla. Los socialistas querían gobernar -con Podemos- y C´s no se mezclaría, sólo pretendían que Sánchez se fuera.

Pero Rivera sabe jugar al póquer. El lunes el juez Eloy Velasco, de la Audiencia Nacional, imputó a Sánchez en un segundo caso, la ´Operación Púnica´. La misma tarde José Manuel Villegas, secretario general del PP, comunicó a Martínez Maíllo, el nuevo coordinador general del PP, que C´s votaría la moción del PSOE. Poco después Mariano Rajoy forzaba la dimisión de Sánchez: le molestaba que Rivera ganara el órdago, pero el PP no podía perder una comunidad en la que manda desde hace 22 años.

Rivera se ha hecho imprescindible para los presupuestos y en Murcia se ha apuntado otro tanto contra la corrupción. Lástima que en su aportación a los presupuestos haya cosas positivas pero también negativas como forzar la retirada de un gravamen sobre las bebidas azucaradas -que dañan la salud- que ya existe en otros países, está recomendado por la OCDE y había sido pactado con Bruselas. Cabía esperar más de los liberales Albert Rivera y Luis Garicano, pero el dogmatismo contra los impuestos ha primado sobre la europeización. Lástima.