El que salía poco de casa era casero. Ahora hace nesting. En la bonanza el hipotecado hacía nesting de verdad -es decir «hacía nido»- porque no le quedaba un duro para salir. El concepto de nesting procede de una empresa londinense, WGSN, que dice identificar las tendencias, es decir, que las marca. Está pensado para que la gente gaste en decoración, en tener una casa bien acondicionada y amueblada, y para conseguir eso hay que convertirlo en tendencia y asociarlo a «valores». Adornan esta tendencia con un estudio de la universidad de Limerick -la tercera ciudad de Irlanda- que concluye que aburrirse está bien, que no adormece la mente sino que vuelve al individuo más altruista y empático. Cuando yo era pequeño, aburrirse no estaba mal visto. El prestigio de divertirse es muy posterior. Ahora todo tiene que ser divertido, cumpliendo otra fase del consumo. En las tiendas venden calcetines divertidos -es decir, con dibujos ridículos- y en los restaurantes comida divertida, que explota, crepita, se come con los dedos o tiene nombre de chiste.

Si te haces casero en una casa en la que vas dejando un dinero en decoración, aunque no te trates con nadie, te haces más altruista y empático. Bien, pero no cuentes que te aburres porque te asaltarán otras industrias que hacen negocio dentro de tu casa para agobiarte con la tremenda oferta de deportes de emociones extremas y colectivas, en pugna con las series más excitantes y complejas o las editoriales que te van a ofrecer relatos de mujeres fantásticas oscurecidas por la historia que es obligatorio que conozcas para renovar tus mitos. Pero todo puede irse al garete si un amigo te llama por teléfono o te pone un wasap porque sale a tomar unos vinos aprovechando la tarde de primavera en este país que no tiene el clima de Londres ni de Limerick, donde la vivienda es un problema cuando se vende y cuando no.