Mañana también es fiesta. Al menos -según el calendario escolar andaluz- para esos enanos que viven la Semana Santa casi por primera vez. Unos con la intensidad a la que les aboca la pasión por La Pasión de sus padres, o de sus abuelos (que son quienes crían a los niños en este fin de siglo que ya dura 17 años del año 2000). Otros, en cambio, la viven entre alucinados o descreídos sin comprender muy bien el empeño de los adultos en organizarse como nunca para sacar a la calle los tronos de siempre€

Efectos del telediario

Cada niño es un mundo con un mundo dentro por descubrir. A mi niño, por ejemplo, ni le impactó la victoria del Málaga sobre el Barça, 2-0. Uno de sus amiguitos, sin embargo, vive el fútbol con tal pasión casi cofrade -tampoco es eso-, que ha visto en la posterior derrota de los azulgranas ante la Juventus una nueva victoria del Málaga. Y no hay quien le baje del burro de La Pollinica. Lo único que le ha quedado claro a mi niño desentendido cuando le explico la entrada de Jesús a Jerusalén a lomos del pollino (que él se apresura a calificar como una palabra sinónima que no sabía, las colecciona) es que de esas palmas se obtiene un aceite que es malo que se lo echen a las galletas y a los dulces industriales. Son los efectos de cenar juntos viendo las Noticias de las nueve. Algo que habrá que limitar en adelante, ya que la acumulación progresiva de sucesos en los informativos puede inocular un mundo aterrador en esas cabecitas, o bien hacerles creer que los asesinatos de género, los atentados suicidas o las guerras reales son también dibujos animados. Hasta la bomba que ha arrojado Trump en Afganistán (horriblemente llamada MOAB, madre de todas las bombas) con su flamante pintura verde, su banderita americana y su cabeza amarilla, les puede parecer bonita.

Teatro y circo

La presencia militar en Málaga, sin embargo, tiene hoy un carácter democrático e idiosincrásico. Se suma a la tradición que encadena que la mano agarrada a la del padre que nos llevaba a ver desembarcar a los legionarios, por ejemplo, es la que ahora agarra a la de su hijo o su hija. Aunque sea para que les llevemos al circo de Rody -que está en la explanada de la Feria-, a ver los payasos y la Patrulla Canina, quienes veíamos de niños a su padre, el entrañable Fofó, en el circo de la tele. De la mano les llevamos a ver los legionarios y los paracas y los guardiamarinas y a todos los que aún desfilan formando parte del gran auto sacramental que es la Semana Santa en el escenario urbano. Y quizá no haga falta decirles que los militares sólo son una ONG con una banderita de España cosida en el uniforme. Las armas disparan de verdad, y por más que se insista en la función defensiva de las mismas nuestras tropas también atacan a la orden. Empezar a asumir contradicciones como ésa, sabiendo que lo son, quizá sea uno de los peldaños que nos ayuda a ser adultos.

Novios de la muerte

Una de esas contradicciones se evidenciaba esta semana en el ruido, en ocasiones furioso e infame, de quienes utilizan las redes sociales como un lugar donde vomitar en público. La visita de unos caballeros legionarios a los niños de la planta de Oncología del Hospital Materno de Málaga provocaba el insulto de algunos mientras los padres de esos niños se veían impelidos, sin necesidad, a decir que habían dado su permiso y agradecían el gesto de esos héroes arremangados, que es como yo les veía de niño. Me gusta y me aterra el cuplé legionario. Tanto como verles cantarlo con la escultura de un cadáver sobre sus hombros en el impresionante traslado de Mena que tantas veces he narrado en los medios. Acaso seamos todos novios y novias de la muerte por el mero hecho de estar vivos. Le seguiré dando vueltas€

La voz vivida

La vida voceada. Es en la que durante casi toda mi vida me he empleado. He narrado la Semana Santa como quien vocea la gran metáfora de la vida. Siempre con pasión, pero siempre intentando contarla para creyentes y descreídos, para cristianos católicos y para hijos de la Reforma, para budistas e hindúes y musulmanes que nos visitan y que nos habitan, con absoluto respeto a quienes profesan cualquier fe que no sirva sólo de excusa para el fanatismo siniestro. La he contado desde mi propia fe como católico de base y como quien la ha perdido. La he intentado trasladar mientras leía sobre ella y sobre el origen de las religiones y su sucesivo contagio político y cultural, sin dejar de nadar en el mar de las dudas para encontrarle sentido a todo esto, para no ahogarme antes de que baje el telón de esta función en la tierra. La he contado como ahora cuento esto mientras escucho La voz vivida, ese poderoso disco recién publicado que me ha enviado, con el hermoso eco antiguo y flamenco de su voz, una cantaora guapa y señora que se llama Antonia Contreras. Vaya mi agradecimiento con este beso de periódico... Porque ayer fue Sábado.