Vivimos con el miedo en el cuerpo. El que no tiene miedo y sabe gestionar el de los demás, gana a los demás. ¡Buh! Pegas un respingo. Pistoleros. Terroristas musulmanes con cuchillos de medio metro. Camiones y furgones atravesando procesiones a toda velocidad atropellando malaguitas. ¡Fantasma!

El titular de un diario sensacionalista nacional decía: «Una pelea con dos heridos leves provocó una avalancha en la Procesión del Cautivo en Málaga». Eso es hacer el canelo.

No, no hubo una pelea con dos heridos. Hay que estar mal informado para titular así. Que la verdad no te arruine un buen clickbait. Todo por el gancho aunque sea mentira. Los dos heridos no tuvieron nada que ver en la supuesta pelea que comenzó la avalancha de la madrugada del Lunes Santo. Se hirieron en la carrera, en el intento de salvarse de sabe Dios qué.

Estamos rodeados de miedo, no somos capaces de gestionar situaciones con un mínimo de tensión. La tele nos tiene con los huevos de corbata. Hubo un tuitero con pasado de participante en un reality denigrante para la humanidad que habló en primera persona de puñaladas y disparos. Un tonto más en Twitter y revienta el servidor.

Las avalanchas físicas en el centro de una ciudad en fiestas pueden ser peligrosísimas, pero más peligrosa es la avalancha de medios y tuiteros que buscan la gloria del click; la infinita satisfacción de un segundo de popularidad.

Lo vivido esta Semana Santa en Málaga y Sevilla nos da muestra de la debilidad de la masa y cuán expuestos estamos a nuestros propios miedos. ¡Buh! Otro respingo que pegas.