Ha causado sorpresa la llamada a declarar de Mariano Rajoy, en el juicio del caso Gürtel, pero lo sorprendente es que no haya declarado en la instrucción, pues al fin y al cabo es desde hace mucho el presidente del partido político implicado tan a fondo en el marrón. Sorprende también que se dé tanta importancia política a que declare como testigo. Si esto rompe la normalidad es que la normalidad no era normal, sino un tanto impostada. El propio Rajoy debería ver este episodio como una oportunidad para explicar por qué no sabía lo que se supone que debería saber, y al gallego no le faltan dotes para salir del paso. Hablando de paso, el riesgo real para él es que vaya de sobrado (vicio frecuente suyo), pues, como alguien le dirá, declarar como testigo bajo juramento es igual que caminar en un lago sobre hielo frágil; un paso mal dado puede dejarlo helado. El punto de peligro que hace espectáculo.