Me entero con emoción creciente de que un actor italiano, Giovanni Mongiano, autor y experto en Pirandello y Tolstói, llegó al Teatro del Popolo en Gallarate, en la provincia de Varese, en la Lombardía, para representar su propia obra, Improvisaciones de un actor que lee. La taquillera, azorada, nerviosa, entró en el camerino para advertirle, «maestro, no sé cómo decírselo, pero en la sala no hay ni una sola persona». Giovanni la miró y le contestó, «voy al escenario, el espectáculo se hace igualmente». Y así fue. La sala fue testigo del milagro del homenaje de un hombre que convirtió la sala vacía en una potente arma de provocación y simbolismo. Hasta el técnico de luces, con años de experiencia, se quedó perplejo por lo que estaba viendo, por la irresistible atracción que ejercía aquel loco sobre la escena. ¿Cobraría algún tipo de simbolismo, un toque de compasiva grandeza, ese gesto de heroica resistencia, ese puñal de provocación, la cara de Jorge Javier Vázquez en el anuncio de un juego de azar aún sabiendo que no lo ve ni dios? Cuando salga en ese anuncio diseñado por el enemigo, atroz, paralizante como un espray antivioladores, fíjense en la torta de su jeta. No sabe uno si sonríe, si aprieta el culo, o caga sin más y viva la Pepa. ¿Sería lo mismo si ese disparate, seguro que pensado para un perfil de consumidor con el nivel de entendimiento intelectual a ras de aturdimiento social, no lo viera ni el Lolo el de la Conchi? La tele no tiene la grandeza del teatro. Siempre hay alguien frente a la pantalla, siempre. La televisión no tiene ni componente poético ni heroico. Jamás ha saltado la noticia, que también sería una bomba de poesía activa y militante, que diga que este o aquel programa de televisión no lo ha visto nadie. Pero nadie es nadie, ni una persona. De lo más grotesco a lo más exquisito, de lo hediondo a lo vivificador, siempre hay un espectador, aunque sólo sea uno, que mira la pantalla. Y cuanto más pútrido y necio sea lo que se emita, más espectadores -¿piensa en Supervivientes?-.Viudas ofendidas

¿Cambiaría la gilipollez, lo bizco, ese olor a mugre craneal, a sobaco apestoso de llevar a mucha honra al cristo en angarillas, si el torerito Fran Rivera diera sus opiniones no en la tele, no en Espejo público, sino en el comedor de su casa, o incluso en la tele, o incluso sentado en la mesa del Telediario sustituyendo a Pedro Carreño en La 1, que cada día parece más un ave que mueve su cabecita para picotear este grano de trigo, aquel grano de maíz, pero que lo hiciera sin ese resabio de veneno, sin esa cara retadora, sin el gesto tan pecaminoso de mandar a que se duchen los antitaurinos -para el menda, todos olemos mal- vestido con terno azul y cordón dorado de no sé qué hermandad de Sevilla? ¿Es compatible la chulesca altanería, la beligerancia y el desprecio, con religión tan misericordiosa? No lo es. Una señora gallega, presidenta de la Asociación de Viudas de Lugo, Aurora Carro, puso una denuncia por un cartel donde se ve a un tipo con nariz de payaso, zapatillas de andar por casa, una copa en la mano, arreos como de papa de Roma, y el solideo en la coronilla. Anunciaba el carnaval 2017 de A Coruña. Pues bien, el concejal de Cultura acudió esta semana a declarar al juzgado a cuenta de ese papa cartelero y carnavalero que tanto ofendió a la viuda y a «otras cuantas amigas». La que armó doña Aurora. El concejal acudió al juzgado apoyado por decenas de curas, monjas, obispos y cardenales de chirigota. Doña Aurora hasta ha salido en la tele para decir que «ya está bien de poner la otra mejilla, y que ya está bien de quedarse en la mesa camilla, que hay que salir a protestar». Guerrera doña Aurora. Pero tiene la batalla perdida. Si a los carnavales les quitas, como ella quiere, que nadie se vista de cura barrigón, monja putilla, militar hitleriano, o policía morboso con pernil abultado, el carnaval se quedaría a un tris de estar como el teatro de Gallarate.El risitas

¿Nos estamos volviendo locos con tanto ofendido? Ofende lo escrito, lo dicho, lo visto. A ver si detrás de todo esto no hay más que el burdo intento de volver a los bonitos tiempos de la mordaza. En El intermedio llevan días hablando de lo mismo, y el pico de la mesa se le va a acabar clavando en el culo al Gran Wyoming de tanto reflexionar. Don Pablo Iglesias, nacido para agarrar un micrófono y ponerse ante una cámara, no reflexiona como los demás. Él se sube a un autobús, coge el micrófono, espera a que el piloto rojo esté encendido, y hala, te monta un programa solito. Y además le da tiempo a decirle a Ana Rosa, fíjate tú, que tal vez le guste más el PP que escuchar cosas sobre tramas y políticos, y empresarios, y periodistas corruptos. O sea que como él sólo dice la verdad, y la verdad ofende, hay gente que se cabrea. La conexión en directo, como ha hecho antes con Al rojo vivo, Más vale tarde, y otros programas, no tiene desperdicio. La expresión del político es de una altanería, dogmatismo, y desprecio por el contrario que, por más razón que lleve, y la lleva señalando a los mafiosos, casi la invalida porque además se arroga la propiedad de la denuncia, como si ningún medio, político, partido, o juez español haya tenido nada que ver en desenmascarar parte de «la trama». Mientras hablan los demás, ahí está la videoteca para comprobarlo, Pablo Iglesias sonríe como el que otorga y condesciende ante las gilipolleces del otro, gesto que se torna severo, duro, inclemente y arengador, en cuanto habla él. Compruébenlo. Pablo apenas necesita gente para la función. Se basta él solo. No así José Coronado, cuyo corazón infartado estos días vació el teatro suspendiendo la función esa noche, ya fuera de peligro. ¿Creíamos haberlo visto todo? Hay quien sueña con ver las últimas estrellas de la niebla de Orión. Hay quien no podrá soñar nunca más al ver el culo de Jorgeja mirando el mundo desde un rascacielos de NY. Se tapó las lorzas y la colita con una toalla, pero el mal ya estaba hecho. Ni ofensa hay. Sólo vacío y frío, como el teatro del Popolo de Gallarate. Pero sin poesía ni heroicidad.La guinda

Cintora

En 2015 presentaba con desparpajo y conocimiento Las mañanas de Cuatro, pisándole los talones a Ferreras en Al rojo vivo. Mediaset, presionada por el Gobierno, incapaz de soportar el periodismo beligerante y libre, trató de meter a Jesús Cintora en cintura .Y lo consiguió. Lo expulsaron del programa. Ya no está en la órbita de Vasile. Ahora va por los platós -La Sexta Noche- presentando su libro. ¿Terminará en Atresmedia?