El acaso de los momentos se entrevera con la historia y las casualidades dejan paso a las causalidades. Las análogas fechas del nacimiento de María Zambrano y el óbito de Cervantes -22 de abril- nos demuestran uno de los aspectos más enigmáticos del universo donde coexistimos: la sincronicidad, conexiones entre sucesos y personas que trascienden la realidad convencional; secuencias ocultas vislumbradas por instantes. Fue el psicólogo suizo Carl Jung quien inicio el estudio con rigor científico de este fenómeno y definió la sincronicidad como «la ocurrencia temporal coincidente de eventos acausales», un paralelismo significativo gobernado por el azar, el cual no es más que el nombre dado a una ley desconocida.

Las reflexiones más importantes de nuestra filósofa veleña sobre Don Quijote están recogidas en su obra España, sueño y verdad, donde la figura cervantina es concebida como una encarnación de la voluntad; un personaje en búsqueda de su ser enfrentándose con los obstáculos exteriores, con un instinto velado a través de la concepción poética de realidad. Es el caso anhelante del malagueño de encontrar su equilibrio, de preservar la fluidez de su vida en esta ciudad por medio del conocimiento épico de la cosas.

Zambrano nos recuerda: «El corazón es centro, porque es lo único de nuestro ser que da sonido». Este pensamiento enlaza con la propuesta de Antonio Banderas para crear un espacio escénico y comercial en los antiguos cines Astoria y Victoria, ganadora del concurso de ideas convocado por el Ayuntamiento, la cual cuenta con la aprobación del alcalde. Esperemos que las brechas coronarias del eje histórico en la capital vayan cicatrizando sin someterlas a tan larga lista de espera y sin sumergirlas en una especie de quimera donde la ciudad quede suspensa y encantada. Hallemos la sincronicidad.