¿Se acuerda el lector de cuando Donald Trump tronaba contra Wall Street y esas multinacionales que externalizan los puestos de trabajo que eliminan en casa?

Pues no ha tardado el republicano en rodearse de un equipo de exmilitares, exbanqueros y exdirectivos de compañías globales que parece contradecir sus promesas de campaña.

Es lo que tienen los demagogos como Trump o su admirada líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, autoproclamada defensora de los trabajadores y de las políticas sociales.

A base de verborrea demagógica, Le Pen ha conseguido pasar a la segunda vuelta de las presidenciales con el apoyo de muchos votantes que, sintiéndose abandonados por la izquierda, se agarran aunque sea a un clavo ardiendo.

Le Pen es eurodiputada como un puñado de sus correligionarios y, como explica algún medio francés, ni ella ni los suyos se han distinguido precisamente por defender en Estrasburgo o Bruselas lo que con tanto ardor predican en casa.

Así, señalan sus críticos, los eurodiputados del Frente Nacional se han desinteresado prácticamente de la negociación de los polémicos acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y Canadá.

También han hecho todo lo posible por frenar la lucha europea contra la evasión fiscal, votando a favor de mantener el secreto empresarial.

Y ello a sabiendas de que tal secreto sirve, entre otras cosas, para encubrir a las multinacionales que recurren a complejos entramados para eludir al fisco de los países donde obtienen sus ganancias.

Sus eurodiputados no quisieron tampoco saber nada del pilar europeo de derechos sociales y han rechazado en el Parlamento europeo enmiendas destinadas a reforzar el poder de los asalariados.

También se abstuvieron de la votación sobre la concesión del estatus de economía de mercado a China, país que se ha destacado siempre por sus prácticas de dumping.

En lo que algún medio francés califica de operación de «marketing político» Marine Le Pen ha renunciado ahora temporalmente a la presidencia del FN.

Se trata evidentemente de realzar su status de presidenciable con vistas a la segunda vuelta, colocándose por encima de los partidos. Pero ¿no lo ha hecho también su rival Macron?