¿Cómo no va a jugarse nada, si de quedar decimoquinto a quedar noveno median más de un millón y medio de euros? ¿Cómo no va a querer ganar los partidos una plantilla que puede estar jugándose en apenas un mes la continuidad para la próxima temporada? ¿Cómo no van a querer meter la pierna unos jugadores que, después de una temporada casi para el olvido viven en estos días su mejor racha desde ya ni se sabe? ¿Cómo va a querer perder un encuentro un técnico que nada más llegar, decía que su nuevo equipo no molesta, y que eso es algo que hay que cambiar? Caben aún más preguntas para discrepar de, más que el rumor, la idea casi asentada ya durante los últimos quince días de que el Málaga CF no va a competir contra el Real Madrid en la última jornada de la Liga en el caso de que los blancos se estén jugando todavía el título. ¿En serio alguien piensa que el delantero pichichi del conjunto blanquiazul, canario con pasado reciente culé, no va a querer culminar su magnífico año clavándole uno, o si pueden ser dos goles al eterno rival? Una prueba de que quienes señalan a Míchel como posible compinche de ese posible pasteleo de la última jornada están más que equivocados la tuvimos el pasado lunes. Derbi regional ante un Sevilla jugándose su presencia en la Liga de Campeones la próxima campaña... y victoria local dando la mejor cara posible ante la afición de Martiricos. Vale que era el Sevilla. Vale que el malaguismo siempre quiere ganar a los palangana. Pero lo que toca es ganar. Y no sólo en un derbi. Desde una pachanga en La Unidad o La Mosca a una semifinal de un Mundial. No concibo un evento deportivo en el que el lema de que lo importante es participar pese tanto como para ocultar el hecho de que hay que ser mejor que el contrario. Hay que competir. Hay que ganar.

Sólo un once inicial repleto de juveniles, por muy buena imagen que estén dando estos días en la Copa de Campeones, y coronado con una defensa formada por Weligton (en plan homenaje) y Demichelis en el último partido liguero podrían confirmar las sospechas de aquellos que apuntan a que el merenguismo de Míchel le llevaría a facilitarle la labor al equipo de sus amores en lugar de ceñirse a su profesionalidad, presentando el mejor once posible para intentar ganar a todo un Real Madrid. Yo no lo creo. Siempre hay algo en juego.