El que no roba es tonto, pero tonto de remate, más tonto que un chiste o un gag o lo que sea que hagan Dani Martínez y Florentino Fernández en Dani&Flo pretendiendo ser los más graciosos del bloque, porque esa es otra, los ve tan poca peña que toda cabría en el cerebro de Alba Carrillo, eso sí, la audiencia de Dani&Flo, por mucha que fuera, ni se rozaría si la metieran en la barriga de Juan Miguel Martínez, el peluquero feliz, ex de Karina, ambos, Alba y Juan Miguel, trabajando en Honduras en una de las pistas de Jorge Javier Vázquez. El que no roba en este país de pillos es tonto. Hasta la religión de más tirón ve al canalla, al afanador de lo ajeno, no negándole el saludo y el billete al paraíso sino dándole una palmadita, castigándole con la terrible condena de rezar unos cuantos padrenuestros y, para redondear, si el ladrón confeso llena la bolsa del templo, ni mancha queda. Perdón total. Llevamos unos años, unos meses, unas semanas, que el paseíllo a los juzgados, a las prisiones, los registros en casas y empresas, en despachos institucionales, y en cajas fuertes de peces gordos, es algo tan familiar como la sonrisa encalada de Jordi Hurtado en las siestas españolas con el runrún de Saber y ganar de fondo. De siempre, sin pasar por el concurso, el clan de don Jordi Pujol y doña Marta Ferrusola, dos pajarracos de patrias tomar, han demostrado saber y ganar. Qué puñetas. Los hijos, lo primero, que la pela es la pela, tú. Hay un chiste que corre en las redes que retrata muy bien la situación del que fuera considerado como un hombre de estado de maneras exquisitas, colaborador con las instituciones, aliado de los gobiernos tanto de unos -socialistas, González- como de otros -conservadores, Aznar-. Se ve al Jordi papá con la cara enfurruñada, cara del tipo, «¿UDEF, qué coño es la UDEF?», y dice que va a pedir pruebas de ADN para saber si de verdad el hijo que no está imputado es o no suyo. Vamos, la oveja negra, la vergüenza de una familia que cada vez se parece más a una «organización criminal», según el juez.

Moneda y Timbre

El martes de esta semana, ya que estamos en la harina del robo, de llevárselo más crudo que un guión de Cámbiame, más repetido que Pelayo y sus amiguitas de programa, llegó a Antena 3 el esperadísimo estreno de La casa de papel, que es como hacer un homenaje con reggaeton y todo, con perreo de chonis y melodías de una pachanga insondable, de un machismo a la altura de Pablo Motos -su deriva de machito molón con preguntitas de salido playero a las mujeres que lo visitan tiene el mismo tufillo atocinado que tiene su colega Norberto Osborne- y de una ordinariez avara, pues eso, que La casa de papel es como hacer un homenaje al corazón, a la atracción fatal, a la perdición de los Ignacio González, de los Rodrigo Rato, al papá dinero. Vamos, que los quinquis de la serie, liderados por el guapo Álvaro Morte, se van a la Casa de Moneda y Timbre, al corazón del sistema, pero no para dejarla tiritando sino para, encerrados en esa coraza de alta seguridad, fabricar billetes por valor de 2.400 millones de euros -una minucia, es verdad, comparada con la extorsión rampante a la que nuestros delincuentes de la política someten a las cuentas públicas, o llevándoselo entre algodones o no pagando los impuestos que sí apoquinamos el resto, o dándoselo a espuertas a los pobres bancos a fondo perdido-. Rehenes, policía de élite, impacto mediático, frenesí narrativo, actores de una grandeza interpretativa sobresaliente -el mentado Morte, Pedro Alonso, Úrsula Corberó, Alba Flores, Kiti Mánver, Jaime Lorente…-, un tratamiento visual potente y cuidado, una puesta en escena de un realismo cautivador, es decir, una maquinaria que se pone a velocidad de cohete desde el minuto uno. Hace poco, unas semanas, parte del equipo viajó a Burgos para presentar el trabajo dentro de las actividades del FesTVal en su edición de primavera en la ciudad castellanoleonesa, y sí, como truhanes, me robaron el corazón. Creo que estamos ante un producto sobresaliente que también le ha robado el corazón a la audiencia -más de 4 millones vieron el primera capítulo de La casa de papel-.Que me detengan

Creo que en la mecánica de Supervivientes existe un castigo por el que se envía a alguien a la llamada Zona Muerta, como zombi. Y como tal tiene que tratar de afanar lo que pille para sobrevivir. Creo que una concursante, no sé el nombre, ni me importa, cayó en esa zona y comentó que no sabía cómo pillar alimentos ajenos. ¿Que es difícil robar?, pues vente a España, dijo desde el plató Jorge Javier, que dicen que pierde el oremus por el modelo Eliah Cohen, icono gay o algo así, un robacorazones con pechos modelados a cincel. Ay, recuerdo cuando Eduardo Zaplana, el cartagenero moreno, dorado con luz de luna, dorado con luz de luna, carta-genero moreno, salía y entraba como un donjuán ya de alcalde, ya de senador, ya de diputado, de portavoz del PP, de ministro de Aznar, de presidente valenciano, oh, qué tiempos de tibias noches de luna cuando le besaba la brisa el cascabel de su risa, don Eduardo, y nada, salía de aquí y se metía allí sin apenas roces, como un caballero, eso sí, con el bolsillo no caliente sino hirviendo, que Telefónica no se anda con chiquitas y da a sus empleados de postín un potosí, pero hete aquí que ahora anda en los papeles por mor de Ignacio González, uno de los batracios más pintureros de doña Espe Aguirre, imputado en la operación Lezo por la tontería esa de malversar fondos públicos -desfalcar, defraudar, vamos, lo que viene siendo el robo de toda la vida-. Don Eduardo no tendrá los pechitos del mentado icono gay, pero es otro superviviente. Y nada, estoy seguro de que entrará por aquí y saldrá por allí sin despeinarse ni tanto así ni perder su cascabelera sonrisa cuando le bese la brisa. Por cierto, yo también robo. En serio. No tengo jarrones para tanta rosa que pillo en mis caminatas. Que me detengan, que soy un mentiroso, malvado y peligroso...La guinda

Por fin

Han mareado el asunto más de la cuenta. Pero parece que el lunes, 15 de mayo, vuelve la tercera temporada de El ministerio del tiempo, donde sus personajes van y vienen en unos viajes que evitan que nuestra historia, o la de Goya, Cervantes, y personajes de primer nivel, sea alterada tal como la conocemos. Javier Olivares, creador junto a su hermano de la serie, le pone la guinda irónica y humorística que la caracteriza.