Los Pujol no se corrompieron en el ejercicio del poder. Llegaron corrompidos de casa. Esta diferencia entre los que se corrompen antes y se corrompen después resulta zoológicamente interesante. Los que se corrompen después son los típicos advenedizos que aparecen en todas las profesiones y clases sociales. No sé, el cocinero que al tener a su alcance una nevera, se lleva un cuarto de langostinos a casa en los bolsillos de la gabardina. El advenedizo se conforma con poco, carece de la ambición del corrupto nato. Un corrupto nato, hablando en términos supuestos, es un Ignacio González, que enseguida se compra una mansión. O un Granados, que cambia de peluquero a los dos días de llegar al cargo. Los Pujol eran corruptos natos.

Para el desarrollo de la corrupción nata conviene tener ideales, bien de tipo político, bien de tipo religioso, bien una mezcla de ambos. Si además de amar a tu patria por encima de todo, eres de comunión diaria, tu horizonte económico está garantizado. Todos los ministros de Franco, por ejemplo, empezaban la jornada con una misa. Muchos de sus descendientes continúan viviendo a cuerpo de rey de las fortunas que amasaron en las sacristías y detrás de las mesas de sus despachos. Observen la vida que llevan las nietísimas y los bieznietísimos del Caudillo tantas décadas después y sin haber dado un palo al agua.

Los Pujol pertenecen a esta clase de corruptos religioso-patrióticos. La matriarca del grupo era la madre superiora; el hijo mayor, el capellán, y así de forma sucesiva. Mientras el prior lanzaba soflamas nacionalistas, la superiora llenaba los misales de billetes de dinero negro. Lo que nos preguntamos es si los gobiernos a los que apoyaron ignoraban estos tejemanejes o les dejaban hacer porque les proporcionaban las mayorías que necesitaban para gobernarnos a usted y a mí. ¿Sospecharon algo Felipe González o Aznar? Después de todo, apenas se escondían. Tiene uno, en fin, la duda de que los Pujol hubieran caído si se hubieran quedado en nacionalistas nada más. Quizá fue el independentismo lo que colmó el vaso de quienes sabían y callaban. Les ocurrió lo que a los traficantes de drogas cuando se ponen a vender en una esquina que no les pertenece.