Esta semana le ha tocado a Dani Rovira. Como no soy conocido y tengo unos poquitos de seguidores menos que el cómico malagueño en Twitter, no puedo alcanzar a calibrar el agobio de la batería de su teléfono móvil el pasado jueves, cuando un comentario irónico -porque la verdad es que gracioso, lo que se dice gracioso, tampoco lo era mucho- sobre una marquesina de autobús soliviantaba al personal tuitero de una forma tal que podría pensarse que la simpatía y el éxito que está cosechando Rovira los últimos años se está convirtiendo en una peligrosa envidia a escala nacional. Desde hace varias semanas, desde lo de los chistes de Carrero Blanco y tal, hay mucha gente con la regla a cuestas para medir constantemente los límites del humor. Intentando ponerle puertas al campo. En este caso, el presentador de la gala de las dos últimas galas de los premios Goya advertía a los hombres de que tuvieran cuidado con mirar mucho el nuevo anuncio de una conocida y transalpina marca de lencería femenina, no va a ser que... ya saben. Y se lió. Tanto que el propio Dani Rovira tuvo que pedir perdón por el comentario, en Twitter primero y algo más tarde, más extensamente en Instagram, después de cruzarse de nuevo con el anuncio de marras, argumentando entre otras razones la imposibilidad de desprenderse de su masculinidad al salir a la calle. Algo que, en el caso de ser físicamente posible, sería francamente doloroso e incómodo. Concluía Dani su alegato con un frase demoledora que, por desgracia en el mundo de la comedia se está haciendo habitual, y es que se sentía menos libre después de este movidón en las redes sociales por una broma mal entendida por una audiencia con la piel demasiado fina y mucho tiempo libre.

Pero lo que ocurre es otra cosa. Y con la libertad que me otorga mi relativo anonimato, yo sí voy a decir bien claro lo que Dani Rovira no pudo decir por miedo o respeto a un linchamiento mayor. Había que mirar más allá del sujetador. Había que mirar a la chica, a ella, a Irina, para darse cuenta de qué estamos hablando y de quién no estamos hablando. Porque ya no es lo mismo, Dani. Y en Málaga hemos sido de siempre más del producto nacional. Y si hay que decir, compañero, que nos gustaba más Blanca, pues se dice. No nos callarán. Y al que no le guste, que nos bloquee.