De la España Invertebrada a la España Alucinada, hablando en términos históricos, no hay más que cuatro días. De ahí que no le haya dado tiempo a vertebrarse antes de alucinarse. Continuamos, pues, sin una articulación ideológica capaz de someter a unidad sus diferentes territorios, a lo que hemos de añadir ahora un problema de percepción que nos obliga a ver lo que no es. Resulta, en fin, que el PP jamás destruyó a martillazos las pruebas de a corrupción de su partido, infiltrado por bandas mafiosas cuyos hilos (o hilillos, que diría Rajoy) recorrían Génova desde el primero al último piso. He ahí un caso de desvarío colectivo. España Alucinada, víctima de las sustancias psicotrópicas que nos ponen en los telediarios, todavía no sabemos quién.

Bárcenas no existió. Pero, de existir, su relación con el núcleo duro sería nula. Ganaba una millonada infrecuente en un tesorero, y cobraba sobresueldos homéricos a la vista de todo el mundo. Pero en realidad no pasaba de ser un oficial de tercera administrativo, que disfrutaba de coche oficial, secretaria, chófer y despacho con moqueta. Todo ello (para mayor estupefacción) en forma de simulación de salario en diferido etc. Y hablamos de Bárcenas por no hablar del ministro de Justicia, del fiscal jefe y del fiscal Anticorrupción. Los españoles nos asomamos a estos señores y lo que vemos es una trinidad empeñada en salvar de la quema a Ignacio González. Escuchamos las grabaciones de la poli, las procesamos, sumamos dos y dos y nos salen cuatro. Pero nos salen cuatro porque sumamos mal. Luego comparece el secretario de Estado de Interior y asegura que dos más dos son cinco, o tres, le da lo mismo una cifra que otra con tal de que no sea la correcta. Y lo asegura con tal seriedad que le hace a uno dudar. A uno, no; a toda España, a la vertebrada y a la invertebrada, a la ebria y a la sobria, a la de arriba y a la de abajo.

Deliramos, en fin. Miren, lo de la madre superiora y los misales era una fotocomposición. Un falsificador imitó la letra de Sor Ferrusola para tenderle esa trampa que no se le puede ocurrir a nadie excepto a doña Marta. De manera que tantos años después, además de sin espina dorsal, continuamos sin sindéresis. Y sin sintaxis. Pero qué simpática es Susana Díaz. Una cosa por otra, en fin.