Para todos, o para ninguno

Cuentan que, muerto el padre sin testar, llamaron al notario ante el lecho mortuorio. «¿Me dejas el campo, padre?», preguntó el hijo; y con una cuerda disimulada, su madre movió en signo afirmativo la cabeza del cadáver. «¿Me dejas la casa?» añadió ella; y hubo un nuevo estirón afirmativo. «¿Me deja el mulo?», pidió entonces el notario; pero la cabeza del muerto no se movió. Entonces, indignado, el letrado exclamó: «La soga, para todos o para ninguno».

En la agonía de su poder, la jerarquía católica del franquismo buscó también la complicidad de un Estado débil para seguir sacándonos dinero a todos, montando otro falso ‘milagrito’, para que los ignorantes -o los tan poco cristianos que no les importara sisar al prójimo- pusieran una cruz en su declaración de la renta pues «no tendría que pagar ni un céntimo más». Claro que pagaban más, pero sólo un tercio de lo que debieran, debiendo pagar el resto los dos tercios que, por su ideología o por decencia cristiana, no queremos colaborar en esa típica estafa, que el Código Penal define como «sacar dinero con falsos pretextos». Y ahora vienen encima los protestantes, que, en vez de denunciar esa burla al Evangelio, pretenden aprovecharse también de ese ‘religioso’ privilegio para esquilmarnos, al grito de «La cruz para todos o para ninguno». ¿Cabe mayor corrupción (ir)religiosa?

María Faes RiscoMálaga