Cabría ver el triunfo de Pedro Sánchez como el final de la versión de PSOE acuñada en la Transición (el felipismo), en la que las renuncias se legitimaban apelando al consenso y la responsabilidad. Ese discurso de la renuncia en bien del ´interés general´ justificó entonces el apoyo a una Carta Magna que no recogía causas históricas del partido (república, educación laica, etcétera), y la criatura nacida en ese trance se hizo mayor, alcanzó la madurez y envejeció. La nomenclatura del PSOE llegó a hacer de la renuncia y la contención casi cuerpo de doctrina, asumido por las bases con la disciplina impuesta en 1979 por el líder. Al estallar ahora esas costuras, haciendo saltar de los anaqueles a las figuras históricas -alineadas todas con Susana Díaz- muchos vaticinan el final del PSOE. Pero tal vez sea sólo el final de un PSOE (entonces se decía ´renovado´) nacido hace 4 décadas.