Marcelino Vaquero, Campanal II, sigue asombrando a sus 86 años por sus hazañas deportivas. Áurea Martínez Cue, con 102, asombra por su actividad. Quizá sean excepciones que confirman la regla. Que no han tenido las urgencias de la vida moderna. Viven a un ritmo, para algunos, antiguo. Aunque están aún en tiempo de utilizar las nuevas tecnologías. Las de la inmediatez. L@s millennials, como son conocid@s quienes cruzaron el milenio en la adolescencia, viven otro tipo de realidad. Lo quieren todo y lo quieren ya. Su ritmo es otro, las tecnologías lo hacen todo inminente. La calidad quizá se cambia por la rapidez. Los impresos languidecen porque cuesta tiempo hacerlos, no los tienes al momento. Y triunfan las redes sociales que propician las nuevas tecnologías. Imágenes, textos, documentos, música, pueden atravesar el mundo en unos instantes. Y expandirse como un virus. Se puede contemplar una concurrida calle de Nueva York en directo desde un rincón de los Picos de Europa o la selva congoleña. También una playa asturiana. Sólo se necesita una potente herramienta informática de los nuevos ingenios. Filosofar sobre lo concreto de la situación del mundo actual en que vivimos puede ser poco práctico en un pequeño artículo de prensa. Porque surge una gran cantidad de preguntas que merece la pena estudiar en un mayor ámbito científico, en una convención de pensadores, en una conferencia de ejecutivos, economistas, políticos, filósofos, sindicalistas, estrategas, poetas, periodistas, químicos, biólogos, artistas€ un Arca de Noé de muy notorios miembros de distintos campos de la intelectualidad y la ciencia. Personas que vean los problemas y avances de cada día y vislumbren y calibren el progreso de nuestra civilización. Que imaginen, contando con sus conocimientos, no sólo el futuro inmediato, sino a más lejano plazo. La velocidad actual de la vida lo reclama. Porque seguimos sin saber por qué envejecemos. La aceleración tecnológica nos lleva a esa inmediatez que mueve hoy al mundo, a la comodidad vital, a la apetencia por el avance. Gracias a ella logramos descubrir hoy los entresijos de la corrupción, el misterio de la vida o la actividad del Universo. Pero recientemente acusamos también la fragilidad de nuestra situación. Un gran y espectacular ciberataque -aunque ha habido ya otros muchos menos llamativos y publicitados- ha puesto de relieve los graves peligros y la debilidad de este mundo ciberinmediático. El riesgo de una velocidad de avance con aún escasas medidas de prevención de fallos, ataques, previsión de adversidades. De casos que causen una catástrofe técnica y vital retroceso humano. Una nueva desaparición de los dinosaurios. Por otra parte, y aunque sean considerados aún daños colaterales, la aplicación de esa nueva ciencia empieza a generalizar el auge del individualismo y la disminución de las relaciones personales, retraimiento del lenguaje, crecimiento del despilfarro y la falta de restauración y reparación de utensilios aprovechables. Y de momento un gran paro. Llama la atención la soledad de muchas personas concentradas en un gran recinto enfrascadas en la manipulación de smartphones -han aparecido curiosos carteles en centros de ocio con un ´aquí no tenemos wifi, hablen entre ustedes´-, amigos jugando cada uno con su ciberteléfono sin integrarse en el grupo. L@s millennials han crecido fotografiando cada plato, cada documento, cada sitio -ya no toman notas-, lo pasan a la red, compran todo sin horario por internet y reciben el producto en horas. Las redes dictan el valor de los negocios y los no millennials deben adaptarse a su ritmo. Pero ese ritmo de inminencia puede ocultar calidad, ética, dignidad, conductas que difieren de las cualidades humanas y la solidaridad que lucha contra desigualdades y diferencias.