Comienza a ser una costumbre el abrir la prensa por la mañana comprobando cuál es la barbaridad nueva de Donald Trump. Incluso sus incondicionales le acusan de tener la administración detenida olvidando, mientras intenta tapar mil goteras, sus numerosas promesas electorales de cambiarlo todo. Pero al menos algo ha logrado ya: que la visión de los Estados Unidos caiga más aún en el pozo profundo de los tópicos. Según creemos en España, un país capaz de elegir a semejante inútil tiene que ser infantil, tosco, ignorante y vulgar. Peligroso, en suma, si cuenta además con el mayor poder económico y militar de todo el mundo. ¿Es justa esa apreciación? A menudo se nos olvida que los mismos mecanismos que le han servido a Trump para alcanzar la presidencia son los que han hecho de los Estados Unidos el país más respetuoso que existe en favor de la separación de poderes, esa idea de Montesquieu que, por desgracia, los presidentes españoles tienden a despreciar. La democracia no es la seguridad de que será elegido el más competente. La democracia es un procedimiento, unas reglas, unas garantías que, tras la victoria en las urnas, impiden que quien ha llegado a la presidencia haga lo que le viene en gana. Y en lo que merece la pena entrar es en este segundo tópico, el derivado de que los Estados Unidos fueron el primer país que se liberó del Antiguo Régimen, años antes de que los revolucionarios franceses tomasen la Bastilla. Acostumbrados como estamos a entrar en los problemas políticos a golpes de maza, con la sutileza que tendría un caimán tallando diamantes, intentamos entender lo que está pasando con la presidencia de los Estados Unidos en términos de todo o nada. El enfrentamiento entre Trump y la prensa -un poder más- es el episodio último por ahora. En una alternativa así no nos queda duda alguna. ¿Y sin embargo? Para hacerse cargo de la situación es conveniente leer la prensa conservadora del gigante americano. "The Wall Street Journal", por ejemplo. Un comentario de Peggy Noonan en la página de opinión de ese diario planteaba hace poco la necesidad de decirle a Trump que la democracia no es su juguete personal. Pero a la vez Noonan atizaba a quienes creen que el problema desaparecerá por sí solo en otoño con la destitución del presidente. Dicho de otro modo, que Trump caiga mal no lleva por necesidad a su ruina. No cabe hacer neurocirugía a hachazos. La necesidad de emplear un bisturí muy fino en el asunto Trump es patente. Mientras los articulistas buscan entender dónde está la salida, en las cartas al director del mismo ejemplar en que aparecía que la columna de Noonan los lectores dejaban claro que entre Trump y la prensa se quedan con el primero; volverían a votarle. Así que éste cuenta con la legitimidad por excelencia en una democracia. Menos mal que los padres fundadores de la república impusieron la separación de poderes. Y qué lástima que eso sólo valga para Washington.