Fue este el título de un artículo que publicó John le Carré -David Cornwell- en el New York Times, coincidiendo con la llegada a las librerías norteamericanas de una sus novelas, El honorable colegial (1977). En el artículo nos contaba el maestro algunos de los horrores de las muy elitistas escuelas privadas inglesas en las que estudió, cuyo sistema de educación seguía siendo «bárbaro y cruel». Muchos años después, cada vez que pasaba cerca de sus antiguos colegios, no podía evitar un escalofrío. Su experiencia como profesor en Eton (1956-1958) le confirmó que en esas instituciones los jóvenes seguían siendo educados para convertirse en los futuros y privilegiados gestores de un imperio global que, por cierto, ya había dejado de existir. Muchos de esos colegiales son ahora miembros del Partido Conservador británico. Motor actual del movimiento brexista. Por cierto, una de las noticias de estas elecciones ha sido la casi evaporación del UKIP. El movimiento eurófobo de Nigel Farage, el peculiar y servil admirador británico del magnate Donald Trump y el primer caudillo del brexit.

En su penúltimo libro, Un traidor como los nuestros, publicado en el 2010, era ya obvio que John le Carré había aceptado la evidencia. Gran Bretaña - y sobre todo Inglaterra, su patria - es una otrora gran nación que ha sido brutalmente llevada a una decadencia con pocos paliativos. En gran parte por la codicia y la amoralidad de su clase dirigente. John le Carré lo vio. Desde los acantilados de Tregiffian, su casa de la costa de Cornualles, el condado más pobre de Inglaterra. Donde este maestro de maestros de la literatura en estado gracia se adentra, a sus 86 años, en una sabia y vigorosa etapa crepuscular. Esperada y deseada.

Cierra Adam Sisman su reciente y modélica biografía (John le Carré - The Biography) con estas palabras del escritor: «Estoy preparado para morir. He tenido una vida increíblemente buena, además de excitante. Tengo 13 nietos y unas esposas fantásticas para mis hijos». Y termina su canto de amor a la vida y a su no siempre afortunado país. «Solamente podría sentir gratitud. Tener la vida que he tenido y no dar las gracias sería un pecado».

Conocí a David Cornwell - John le Carré - durante su estancia en Los Monteros. Con su familia pasó allí, en aquel verano de los comienzos de la década de los ochenta unas largas y magníficas vacaciones. Jugando al tenis y disfrutando del mar nuestro y las instalaciones y el buen servicio y la gastronomía del legendario hotel marbellí. Fue un placer encontrarlo de nuevo en marzo de 1987 en el Hotel Villa Magna de Madrid. Él como cliente y una vez más un servidor de ustedes como hotelero. Tuvo la gentileza de dedicarme el que había sido entonces su último libro: El espía perfecto. Después de unas palabras muy afectuosas, añadía a su dedicatoria un muy cordial «Nice to see you again!» Yo también me alegré de verle de nuevo. Lo firmó con ese inteligente sentido del humor de los ingleses de antaño: John le Carré alias David Cornwell.

Aconsejaría a no pocos conservadores británicos la lectura de los escritos de aquel gran hombre por ellos muchas veces denostado: John le Carré. Y sobre todo que en un día como hoy mediten sobre el ejemplo de un joven español. Fue asesinado el sábado pasado por los yihadistas. Cerca del puente de Londres. Hizo todo lo humanamente posible para proteger a una desconocida de las puñaladas de los asesinos. Nos recordó lo que significa el heroísmo y la dignidad. Se llamaba Ignacio Echevarría. Como decían los romanos, que la tierra le sea dulce y leve.