Me gustan los catalanes porque hacen cosas. Dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo. It´s very dificult todo esto. Cuanto más sepáis de todo, mejor. Por saber de todo no os va a pasar nada malo, luego ya veremos. Si uno es ingeniero o futbolista se le abren todas las puertas del mundo. No es lo mismo que gobierne uno que gobierne otro. No es lo mismo. Dicho de otra manera, es muy distinto, muy diferente. La cerámica de Talavera no es cosa menor. Dicho de otra manera, es cosa mayor. España es una gran nación y los españoles son muy españoles y mucho españoles. Querido lector, querida lectora, ¿habrá que citar otra más, aquella que decía «la segunda -pregunta-, ya tal» para saber que hablamos del incomparable, del único, del hombre de las tres cabezas, del hombre orquesta, de Mariano Rajoy por la gloria de mi madre? Claro que no. Sus frases bomba de racimo se sabe cómo empiezan, pero ni nuestro titiritero de la lengua, cuando no tiene papel delante, sabe cómo terminan. «It´s very dificult todo esto» es una cumbre de la hilaridad. Alguien que dice esto es muuú grande. Y merece estar en el Gobierno, y los ciudadanos -y ciudadanas, asoma la cabeza por la esquina del periódico Susana Díaz la Cosedora- gobernados por semejante espécimen. Lo traigo el primero de la lista porque el autor de «una cosa es ser solidario, y otra serlo a cambio de nada», o te puede provocar un cataclismo que te revuelca por el suelo de la risa, o te puede dar una depresión del carajo porque, no nos engañemos, estamos en sus manos. La tele es muy puta. Y fabrica héroes, villanos, peleles, monstruos, personajes a los que odiar u amar, o tipos que te resultan repulsivos hasta el extremo de convertirse en la puta lactosa que no toleras, en el gluten que te machaca lo que el gluten machaque, en la alergia al polen del olivo que te tumba a ti o a tu mejor amigo, en veneno puro.

Tonto tú

Claro que puede pasar que lo que a ti te tumbe, a otros les resucite. La tele, la vida, es así. A mí me pasa que cuando veo a Pablo Iglesias, cuando escucho a Pablo Iglesias, se me coge un pellizco en el ano que no sé gestionar. No sé si soltarme o apretar. No sé si estoy en un Al rojo vivo de veinticuatro horas o en un Gym Toni hilarante donde nada es lo que parece y sin embargo todo te da una pena que te, con perdón, cagas. Cuando sale el señor Iglesias apretando la frente, marcando arruga, moviendo la cabeza como el perrito de los coches dibujando una sonrisilla condescendiente mientras le hacen la pregunta, que corta en seco cuando empieza lo importante, su respuesta, y sale defendiendo que el tal «Kichi», José María González, alcalde de Cádiz, ha hecho bien en conceder una medalla a la virgen del Rosario, yo, humilde ateo, descreído, que se pasma con las supercherías del personal, entro en éxtasis, me vuelvo loco, y soy capaz de tomarme en serio hasta la opinión de los tertulianos de derechas que pueblan Los desayunos de La 1 pastoreados por Sergio Martín. El mismo que pedía que la tele pública no emitiera las misas dominicales de La 2 para asentar de una puñetera vez el estado laico -cosa lógica, sensata, necesaria, igual que hay que suprimir la propaganda religiosa de musulmanes y judíos-, justifica la concesión porque «los urbanitas de izquierda tenemos que respetar esas tradiciones tan respetadas en el pueblo». Cágate, lorito. Tonto, tú, Pablo Iglesias, escribe en su muro de Facebook mi colega Antonio M. Sánchez con sarcasmo y rabia perpleja. Y como no hay un -tonto- sin otro al lado, pide paso en directo, nada menos que desde El Rocío -tenía que ser ese paraje de cajonadas de caballo, blancas palomas, polvo del camino y tontucios que repeinan el caracolillo de sus ondas pringosas de gomina- el insigne Carlos Herrera, que entra como un Bertín Osborne de chichinabo en el programa de Ana Rosa Quintana para repasar la actualidad. Al caballero de la ridícula figura le parece inmoral, suelta en la conexión, que el fiscal Anticorrupción Manuel Moix tuviera que dimitir por tener en Panamá una sociedad oculta al fisco. Ay, tonto tú, Carlos Herrera.

La zarina

Otras criaturas de este averno catódico que abren la boca y sube el pan del audímetro son mis terrores favoritos. Entre ellos Mario Vaquerizo, Santiago Segura, o Eduardo Inda que, sin embargo, pueden ser para el lector referentes del humor, de la reflexión, o del buen gusto. Lo que a mí me encocora, a usted le puede hacer levitar. Así es la pantalla. El otro día los de Zapeando volvieron a contar con el absurdo Vaquerizo. Le dan hasta sección propia, Cinco vídeos con Mario. La cosa es simple. Le ponen una tanda de vídeos y él elige el orden para comentarlos al buen tuntún. Patético. Abre la boca como él la abre, un poco torcida, echa la cabeza para atrás, pero sin aquella gracia de Raffaella Carrá, suelta una parida morrocotuda, y pone el cazo para cobrar. Yo creo que los colaboradores, desde Ana Simón a la vivaz Ana Morgade o Miki Nadal, al que a veces lo pilla la cámara mirando a Mario como el que mira una cucaracha, se la envainan porque no tienen más remedio, pero Vaquerizo les hace la misma gracia que a mí ver en la tele pública Fantastic duo, ese entretenimiento de saldo que se echa a una audiencia que no tendría que pasar por ese trago. De verdad. Y termino. A lo grande. De Eduardo García Serrano, el creador de «guarra y puerca» a la consejera de Sanidad catalana Marina Geli, llega a nuestras pantallas, gracias a Intereconomía, su última creación, decirle a Irene Montero, portavoz de Podemos, que es la zarina, la «chati» de Pablo Iglesias. Me pasan un vídeo con la intervención de este pelanas, pero me deja frío de tan rancio. No así María Patiño, que dice que le tiene pánico a envejecer. ¿Cómo? Pero ella, mujer de recursos, puso sus tetas en manos del cirujano, y hala, feliz como una perdiz. Señor presidente, It´s very dificult todo esto. Más que concursar en Ninja Warrior, que estrenó el viernes Antena 3. Así que si eso, la segunda ya tal?