En este caso la abuela es Qatar. No había suficientes problemas en el Medio Oriente y ahora surge uno nuevo con un estado minúsculo que lleva unos años peleando por encima de su peso en la geopolítica regional. De ahí le vienen sus actuales problemas.

Qatar tiene 12.000 km2 y una población de 2,7 millones de los que solo son ciudadanos 200.000, que eran camelleros, piratas o pescadores hasta hace un par de generaciones y que disfrutan hoy de la renta per cápita más alta del planeta gracias a ingentes reservas de gas en depósitos del Golfo Pérsico que comparten con Irán. Eso explica las buenas relaciones que Doha trata de mantener con Teherán y que tantos sarpullidos levanta en Riad.

Doha presume de una arquitectura espectacular (uno de sus rascacielos es conocido como «el condón rosa»), y de allí recuerdo un museo de arte islámico y árabe hecho a base de talonario con piezas de valor incalculable (como una maravillosa alfombra toledana del siglo XII) y un anfitrión que manejaba todo el petróleo del país (era primo del emir) y que tenía en su casa un auténtico museo del whisky. El emirato nada en dinero y su emir Tamín, aún más. Hace poco visité en el Grand Palais de París una exposición con joyas de los maharajás indios donde cada esmeralda o brillante tenía más carates que el de al lado, pues ya se sabe que los maharajás se engalanaban con collares, rubíes y diamantes para exhibirse en elefante delante de multitudes andrajosas. La colección pertenece a la familia reinante Al Thani, que ha comprado un palacete para embajada en Étoile, enfrente mismo del Arco de Triunfo. Han debido pagar lo que no está escrito. La ubicación sería perfecta si no hubiera tantos turistas.

El conflicto ha estallado porque Arabia Saudita acusa a Qatar de apoyar el terrorismo y de ser amigo de Irán, basándose en comentarios del emir Tamín que Doha dice que han sido falsificados por hackers. Probablemente todo es cierto. Lo del terrorismo, porque Doha (como Turquía) respalda a los Hermanos Musulmanes que el general Sissi reprime en Egipto. También apoya a grupos sunnitas en Siria e Iraq próximos a Al Qaeda. Pero el que esté libre de pecado... Porque Qatar sigue una versión del Islam wahhabita mucho más tolerante y moderada que la de Arabia Saudita, que también apoya a grupos islamistas y, peor aún, que difunde en occidente una versión intolerante del islam en las muchas mezquitas que financia. En cuanto a Irán, también Omán y Kuwait mantienen contactos con el régimen de los ayatolás. Y los hackers... ¡parecen estar en todos lados!

Por eso yo creo que las razones de fondo son otras y tienen que ver con la irritación que en el entorno sunnita (los cataríes también lo son) causa la política exterior muy independiente del emirato, que va por libre y que tiene una influencia desproporcionada con su tamaño real. Qatar acoge una base norteamericana con 10.000 soldados (al Udeid) y compra armas al mismo tiempo a EEUU y a Rusia; también apoya con aviones a Arabia Saudita en su guerra del Yemen pero se enfrenta a Riad y a Emiratos en Libia, donde emplea su dinero y sus armas a favor del grupo opuesto al que defienden los primeros. Y en el escenario de Siria e Iraq... allí cada uno tiene su agenda y prepara el día en el que el Estado Islámico haya sido derrotado y se descubran los conflictos de intereses que tienen los actuales aliados contra el ISIS: norteamericanos-iraníes, turcos-kurdos, chiítas-sunnitas, kurdos contra otros kurdos y ambos con Bagdad, rusos-americanos, sirios entre sí etc. Si lo de ahora le parece complicado, espere unos meses y verá. En mi opinión, en este clima tan enrarecido, Qatar ha cometido el pecado capital de oponerse a la política de EEUU, Arabia Saudita e Israel de aislar a Irán.

Sin olvidar tampoco el foco de fricción permanente que es la cadena televisiva Al Yazira, que emite desde Doha y que confieso ver pues proporciona información desde un punto de vista árabe y musulmán que complementa con mucha dignidad la que ofrecen cadenas como CNN, que antes tenían un cuasi monopolio. Al Yazira irrita en Riad y los países de su órbita, donde las informaciones y los derechos ciudadanos están muy limitados (al menos en Qatar los extranjeros pueden beber alcohol y las mujeres pueden conducir).

Como consecuencia de la crisis, Arabia Saudita, Egipto, EAU, Bahrein, Somalia, Maldivas, Mauritania y el gobierno libio de Tobruk (uno de los tres que allí hay) han roto relaciones diplomáticas con Qatar, han expulsado a sus ciudadanos, han cerrado las fronteras y prohibido vuelos y sobrevuelos, lo que crea gravísimos problemas de abastecimiento al pequeño emirato que importa el 90% de sus alimentos, mientras Turquía, Omán y Kuwait tratan de mediar e Irán ofrece sus puertos a Doha. Donald Trump, fiel a sí mismo, se atribuye el mérito y dice que lo ocurrido es consecuencia de su reciente visita a Riad. Es muy posible que el rey Salman, animado por Trump a no dar ni agua a Irán, haya decidido dar una lección a su enredador pequeño vecino. Pero lo que también se complica ahora es la estrategia norteamericana de crear un frente sunnita unido contra Irán, que Trump presentó como el gran logro de su viaje. ¿En qué quedamos? Con Trump nunca se sabe y además no debe gustarle el fútbol porque Qatar es el organizador del Mundial de 2022, que es otro sinsentido.