La idea de que tras el rebrote del independentismo catalán ande sobre todo la pasión barcelonesa por los eventos se confirma. Imposibilitada la celebración de un referéndum legal, el programa para el 1º de octubre es una gigantesca instalación, la madre de todas las instalaciones artísticas conocidas, capaz de poner a Barcelona otra vez en el mapa del mundo, ya que no a Catalunya en el de los estados soberanos. El objeto formal será una urna transparente, cuya geometría se multiplicará como una célula en celo, y la gestión del evento no estará a cargo del aparato oficial, sino de miles de sonrientes voluntarios con un atuendo de atractivo diseño, pensado para marcar contraste con los uniformes y el gesto ceñudo de la policía si retira las urnas, en un espectáculo emitido a todo el orbe en directo. Ahora a ver como reacciona el Registrador que tiene a Catalunya asentada en los libros.