Mariano Rajoy puede dormir tranquilo. Podemos y su líder supremo Iglesias cada vez que abre la boca le afianza más en el poder. Los dos se necesitan. El primero para guardar las esencias de un gobierno neoliberal en el que la corrupción parece estar ya amortizada (el PP sigue siendo el primero en intención de votos de las encuestas conocidas) y el segundo porque se retroalimenta de la cloaca que es el PP aunque sin poder sacar pecho porque está más sólo que la una en su deseado asalto a los cielos. Rajoy e Iglesias juegan a las canicas y se hacen guiños de complicidad porque en el huerto que es la política española los dos saben que nacen odios y amores, pero sin pasarse y sin que echen raíces profundas (dejemos aparte al impresentable Rafael Hernando).

Y si Rajoy e Iglesias, capaces de explotar el cinismo como virtud, bailan al son de la corrupción de uno y de la radicalidad del otro, ¿qué lugar dejamos a Pedro Sánchez y a Albert Rivera en este tenso vodevil que se escenificó con la frustrada y frustrante moción de censura? Está por ver, sobre todo porque el nuevo líder del nuevo PSOE («somos izquierda») está necesitado de soltar peligrosas adherencias que, como lajillas, se le incrustaron en su cuerpo durante la dura travesía que le ha llevado al poder socialista sin más ataduras, al parecer, que la que le impone la militancia, con su ordeno y mando en las urnas. Y Albert Rivera, con su sueño del sueño francés de nombre Macron, dando aletazos para navegar sin el peligro de quedarse varado en los poderosos tentáculos del PP, crecido y recrecido partido capaz de jalear en sede parlamentaria y fuera de ella a sus dos locuaces, retóricos, cínicos y maldicientes oradores que se subieron a la tribuna para perorar y perorar, sin ton ni son, como hicieran, también, los dos oradores de Podemos, gozosos en su largo emular de discursos sin fin propios de regímenes donde se mide el tiempo en función de dormir hasta a las ovejas.

Realmente y a la vista de lo sucedido y lo no sucedido en el pleno de la moción de censura quien tiene la pelota en el tejado son los dos partidos que parecían ser los convidados de piedra aunque el portavoz interino de los socialistas, José Luis Ávalos diera una lección magistral de cómo hilar un discurso sin aspavientos, sin chascarrillos (¡Ay, Rajoy, Rajoy!), sin trabalenguas (¡Ay Rajoy, Rajoy) y sacarse de la chistera, de la chistera real, el conejo saltarín y provocador del argumentario de Podemos que pone al PSOE y a su jefe, Pedro Sánchez, como al amigo que es necesario llevar con la lengua fuera, y si no, pasarlo por una túrmix. El mismo partido y el mismo líder supremo de nombre Iglesias que, por dos veces, le negó el pan y la sal para que Sánchez enviara a Rajoy al paro. ¿Se han puesto a pensar ustedes de cuánto nos hubiéramos librado si Iglesias, con una simple abstención (palabra maldita, al parecer), hubiera subido a los altares a Sánchez? Lo malo es que quien quiere subir a los altares de la gloria es Iglesias y, por eso, ya se habla del abrazo el oso que Podemos quiere seguir manteniendo como principal razón de su existencia, emulando al histórico Julio Anguita con aquel dicho que ni comía ni dejaba comer, con Aznar muerto de risa. Abrazo del oso al PSOE que ya se escenificó en el choque de manos de Ávalos y de Iglesias en el Congreso. Primer paso para hacerle ver al PSOE y a Pedro Sánchez que ellos están dispuestos a tender puentes (sin Ciudadanos) y, claro, los números no salen.

Tiene la ocasión el PSOE en este fin de semana de afianzar un discurso propio, sin complejos ni tutorías porque, al día de hoy, es la única alternativa de la izquierda para llegar a La Moncloa y gobernar este país y con posibilidad de poner de acuerdo a aquellos progresistas que se le fueron en las urnas y encontraron acomodo en la radicalidad y en la insumisión. Si el PSOE cae en la tentación de bailar con la más fea más pronto que tarde asistiremos a su funeral.

P.D.- (1) Vaya mi recuerdo emocionado a Paco Vera que, por allá arriba, seguirá construyendo autopistas pero, sobre todo, seguirá haciendo valer una de sus muchas virtudes: su discreción y haber sido un hombre cabal.

(2) Dos buenos amigos vuelven a los cuarteles de invierno después de haber estado en la primera fila de la política andaluza, sometidos al pan, pun, pin de la crítica y de las escopetas de feria como han sido Adelaida de la Calle (¡qué bien lo hubiera hecho como consejera de Universidades, su especialidad!) y José Sánchez Maldonado, al que le tocó bailar con la negrura del desempleo.

(3) Se ha ido Javier Carnero, el hombre serio, que nunca levantó la voz para decir aquí estoy, valores que le han hecho a la presidenta Susana Díaz darle la confianza para crear empleo, el verdadero reto que tiene la sociedad andaluza. Habrá que esperar mucho del consejero de Empleo porque sabe y tiene oficio. Como lo tiene, también, quien le sustituye al frente de Turismo Andaluz, S.A. el socialista y exalcalde de Fuente de Piedra Cristóbal Fernández. A los dos, suerte porque será bueno para Andalucía.