El mensaje más repetido de Macron en su primera gran comparecencia ante los medios se sintetiza en la frase «una Europa que protege». Parece una idea central para rehacer el hoy desflecado tejido emocional europeo. La protección tiene muchas dimensiones, la militar, la de la seguridad, la de los derechos, la económica, la social, etcétera, pero lo que importa es que el sentimiento individual y común que sea el precipitado de todas ellas se corresponda con un fondo idílico que viene en última instancia de la placenta, y la gente percibe o no percibe. La misma idea de patria viene también de ahí. Cómo combinar ese sentimiento, al final defensivo, con la imperiosa necesidad de contribuir de modo mucho más generoso al bienestar de los pueblos que aún no lo disfrutan, es la compleja química que tiene Europa por delante. Pero si los europeos no se sienten protegidos no abrirán la bolsa.