En el PSOE se ha producido un giro significativo a la izquierda -hasta Pedro Sánchez canta La Internacional- pero ello no significa necesariamente dar un paso al frente en cuanto a expectativas de gobernar este país. La estrategia de contrarrestar a Podemos podemizándose acabará desgastando a uno de los dos partidos que compiten por la hegemonía de un espacio aunque es posible que antes de que eso ocurra, Sánchez o Iglesias, terminen por darse cuenta de que la izquierda sólo ha gobernado este país deslizándose hacia el centro en las cuestiones que realmente importan. Es cierto que en el centro existe cierta ocupación, pero la socialdemocracia cofundadora del Estado del bienestar alcanzó su mayor éxito repartiendo riqueza no compitiendo con los descamisados en indigencia e ira.

La aceptación de una España plurinacional es, a su vez, la demostración palmaria de que el nuevo PSOE populista de Sánchez se ha desenganchado de los principios que el partido mantenía con claridad respecto al país. Resulta, además, un ejercicio tan ingenuo como estéril si de lo que se trata es de convencer a los secesionistas de Cataluña de que el separatismo no es la única solución. No servirá para colmar sus ambiciones aunque sí para mantener en el redil federalista a los socialistas catalanes.

Rajoy vuelve a tenerlo fácil. El mensaje de que no hay acuerdo posible con alguien que defiende la plurinacionalidad, que es junto a un despropósito una tontería, fluirá fácilmente en la España moderada que preferiría a un PSOE reformista antes que a uno dispuesto a saltar los puentes del diálogo constitucional con una disparatada idea de lo que significa la nación. El nuevo socialismo ha rescatado la vieja rivalidad Largo Caballero/Prieto y lo ha hecho de la mano de un líder que no tiene otro plan que reivindicarse personalmente más allá de cualquier ideología.