Rajoy contraprogramó el encuentro de Pedro Sánchez e Iglesias invitando a comer a Albert Rivera en Moncloa. El presidente del Gobierno, además de muy listo, siempre ha sido de buen comer. Estas dos virtudes, ser listo y tener buen saque, no son las únicas que hay que tener para llegar a mandar, dándose en efecto numerosos casos en el mundo de gente propensa a la imbecilidad y dada a los almuerzos tristones y a las cenas frugales que han ostentado destacadísimos puestos. Pero la inteligencia de Rajoy no es de las de seducir a base de grandes ocasiones, esto es, banquetes, langostas, patés, vinazos caros de Francia y ya tal. No. La suya es más bien una astucia como de barra y compadreo, doble de cerveza, unos pinchos y ahora salimos a fumar un puro.

-Albert, que la izquierda se junta, vente a comer, anda. Tráete si quieres un frasco de reformismo y un poco de centralidad política por si acaso se apunta alguien más.

-De acuerdo, pero no quiero nacionalistas, que son insaciables y se lo comen todo.

Dicen los teletipos y los panegiristas que el encuentro duró dos horas y fue cordial. A nosotros nos interesa más el menú que la gobernabilidad, pero nos estamos comiendo la curiosidad con patatas. El mensaje es claro: hay dos bloques. En uno se come en palacio y en el otro se conspira en mangas de camisa. Pablo Iglesias dice que «hay que sacar al PP del Gobierno», pero a lo que se ve, Rajoy se ha hecho instalar doble plantilla de cocineros. A Rajoy no lo sacan de ahí ni con agua caliente, que será la que empleen para cocer los mejillones al vapor que tal vez le haya puesto a Rivera, que tiene pinta como de yerno aficionado al sushi, que no obstante no va a despreciar las croquetas de la suegra, sabiendo que son un garante de la sagrada unidad de la familia y hasta de la patria. Iglesias quiere una nueva moción de censura pero Ciudadanos ha dicho que con ellos no cuenten. En esta era de la impaciencia ya no nos podemos esperar a las elecciones. Se urden mociones de censura como se fríen (mal) churros. Y si una sale mal se tira a la basura como churro chamuscado y se echa a freír otra a la sartén. A Sánchez le está metiendo prisas Iglesias, que no lo convida ni a un botellín de Mahou con torreznos, aperitivo este muy querido por ambos, que son del foro, o sea, de los madriles, no como Rajoy e Iglesias, que vienen de periferias/provincias, donde también se come muy bien y son más de cocinar a fuego lento. Sin quemarse. Lo que quema es la oposición.