Con estas palabras abría su blog el 14 de octubre de 2008 Paul Krugman, el economista y profesor de la universidad de Princeton: «A funny thing happened to me this morning». Algo curioso le había pasado esa mañana, en la que alguien le había llamado desde la capital sueca para comunicarle que le habían concedido el Premio Nobel de Economía.

Salvando las lógicas y siderales distancias, sentí una sensación similar a la que tuvo el maestro de Princeton, el gran Paul Krugman. No pude evitar la emoción cuando el pasado domingo me pasaron mis buenos amigos de La Opinión de Málaga un correo de la International Raoul Wallenberg Foundation de Nueva York. Comenzaba con estas palabras:

«Nueva York, 25 de junio de 2017

Estimado Sr. de la Fuente,

Tenemos el agrado de dirigirnos a Ud. en nombre de la International Raoul Wallenberg Foundation (IRWF).

Ante todo, quisiéramos felicitarle por su excelente y emotivo artículo que fue publicado el 24 de junio ppdo. en La Opinión de Malaga, bajo el título «Raoul Wallenberg o la esperanza».

Firmaban el largo, amable y muy generoso escrito Eduardo Eurnekian, como presidente, y Baruch Tenembaum, el fundador de la institución que lleva el nombre de un ciudadano universal, al que nunca podremos dejar de admirar, Raoul Wallenberg.

No era la primera vez que veía los nombres de los firmantes de la carta. Recordé aquel emocionante acto en marzo del 2014 que ellos protagonizaron en la sede de la presidencia de la Comisión Europea, en el que ambos dignatarios hicieron entrega de la Medalla del Centenario de la International Raoul Wallenberg Foundation al entonces presidente del más alto organismo de la Unión Europea, don José Manuel Durâo Barroso.

Conservo el texto del solemne discurso de aceptación y agradecimiento del presidente Durâo Barroso. Y desearía citar estas palabras suyas, dedicadas a la evocación de Raoul Wallenberg y de su fe luminosa, en lo que hasta el final fue su lucha incansable por salvar a las víctimas del Holocausto: «Desearía darles las gracias por mantener viva la memoria y los actos de una persona así, un gran diplomático sueco, un auténtico héroe. Una de las principales lecciones de nuestra reciente historia es sobre todo no olvidar el valor y la esperanza que nos inspiran esas grandes personas que también se sienten comprometidas con la humanidad y que en Europa también estamos luchando por la paz».