Tras ocho duros años de crisis económica, se abre una nueva etapa para la economía malagueña. Cierto es que hemos vivido un último bienio de paulatina recuperación, pero resulta innegable también que Málaga necesita un nuevo impulso, una ilusión renovada en la capacidad de nuestro tejido productivo y en las fortalezas que nos son propias.

A escala nacional, 2017 viene afianzando estas buenas expectativas económicas, con un avance general en el que destacan el turismo, la industria, las exportaciones y el repunte del sector inmobiliario como aceleradores. Los principales marcadores estadísticos (Producto Interior Bruto, Índice de Producción Industrial,€), muestran una situación de mejoría que se traslada a familias y empresas, a través de un mayor consumo interno y una demanda ampliada que justifica un aumento de la producción y, por tanto, la necesidad de cubrir nuevos puestos de trabajo.

Y ello, en un contexto de aceleración tecnológica, de digitalización en procesos y productos, que atañe a la práctica totalidad de la vida en sociedad. Como parte de esta transformación en la que está inmerso nuestro entorno, las empresas no son en absoluto ajenas a los cambios políticos, sociales y tecnológicos que nos rodean, y a su vez tienen la obligación de evolucionar con ellos.

Tanto es así que, desde el ámbito empresarial, consideramos ya la transformación constante como algo propio de nuestro entorno, asumiendo la nueva situación con la finalidad última de ser competitivos, de afrontar los cambios que exige el mercado y de aprovechar esta nueva etapa de crecimiento que, aunque con matices, se viene consolidando.

Todo lo anterior, trasladado a Málaga, arroja una perspectiva de futuro favorable: se trata de la provincia andaluza líder en creación de empresas desde hace veintidós años -una de cada tres nuevas empresas constituidas se crea en nuestra provincia-, y en esta senda debemos seguir, fortaleciendo nuestros sectores productivos más tradicionales (servicios, turismo, construcción, agroalimentario, comercio,€) y apostando por otros en crecimiento, como es el caso de la logística y el transporte, la energía, empresas vinculadas con la economía digital, las industrias culturales,€

Una provincia que ha superado su propio récord en materia turística -y todo vaticina que lo seguirá logrando en el futuro-, que viene erigiéndose como destino cultural de primer orden, y que atesora no sólo una excelente localización geográfica y un envidiable clima, favorable para viajar, vivir y hacer negocios, sino que posee una eficaz red de infraestructuras del transporte y la comunicación.

Una tierra de oportunidades que se viene reactivando, y por la que deseamos seguir apostando. Para ello, hemos de seguir impulsando aspectos clave en las empresas, como la adecuada formación de nuestro capital humano o la implantación de tecnologías en los procesos de trabajo, pero también debemos ser muy exigentes con la calidad, con la innovación y con la sostenibilidad, como parámetros que garantizarán nuestro futuro en el mercado global.

Todo ello, sin olvidar el contexto normativo, político e institucional en el que desempeñamos nuestra labor, que determinará, y mucho, la capacidad competitiva de nuestras empresas.

En este sentido, los empresarios continuaremos insistiendo en la necesidad de propiciar un marco favorable a la inversión, facilitando el acceso al crédito a nuestras pymes, propiciando una mayor desregulación normativa e impulsando la necesaria simplificación administrativa, a fin de seguir creciendo.

Porque, para ser competitivos, en Málaga necesitamos más facilidades para crear empresas, y además las compañías existentes deben tener a su alcance recursos adecuados para aumentar su dimensión, como fórmula para resistir las vicisitudes de unos mercados exigentes y a menudo volátiles. El necesario requisito para ello es que se genere un entorno legal y económico de apoyo al crecimiento, así como a la internacionalización y la innovación.

En este crecimiento futuro, hemos de tomar como guía la responsabilidad social y la ética empresarial: referentes seguros que nos permitirán no sólo adaptarnos y crecer, sino estar perfectamente integrados en la sociedad a la que pertenecemos y a la que la empresa, como generadora de riqueza y empleo, provee de recursos también para avanzar.

En suma, podríamos afirmar que la clave del desarrollo de nuestra tierra para los tiempos venideros está en ser capaces de entender e integrar los avances humanos y tecnológicos con la misión empresarial, y la cohesión social y política con el progreso económico.

En esta senda, estaremos preparados para competir, para consolidar el desarrollo de nuestro tejido productivo, para converger con las regiones más avanzadas de nuestro entorno y, en definitiva, para colocar Málaga en el lugar que le corresponde.