Dichosos mosquitos, acribillado me tienen. Por su culpa las noches prometen ser atroces este verano, rebasando las cotas del precedente que parecían ya insuperables. Este año hay más mosquitos que nunca, dicen que debido a las altas temperaturas y la disminución de la población de aves insectívoras; leo que cada una de ellas puede comerse hasta 850 insectos diarios.

Ante semejante amenaza se imponen las actuaciones drásticas y nuestro ayuntamiento, tan solícito y eficaz, se ha puesto manos a la obra de inmediato. Descartada la posibilidad de influir en uno de los dos factores (las altas temperaturas) ha centrado los esfuerzos en el otro, y la primera medida ha sido decretar el cierre de todos los huecos de los antiguos cines Astoria y Victoria para impedir la entrada de pájaros a su interior. Ya que se expulsó a la colonia reproductora de vencejo que anidaba en el edificio de Correos, hay que impedir que se asienten en este lugar alternativo. No vaya a ser que se coman a los mosquitos.

Se alega que la presencia de aves en el interior del Astoria puede acelerar el deterioro del inmueble. Hay quien pensaba que la causa era la década y pico de abandono trascurrida desde que se proyectó la última película en sus salas, pero ya se ve que la culpa es de los vencejos. Se intuye que la solución para esa manzana va para largo, a tenor de lo observado.

Qué simetría tan asimétrica. El ayuntamiento instala mallas antipájaros en los huecos del Astoria mientras yo instalo mosquiteras en la ventana de mi dormitorio. Una de las salamanquesas que habitan en el techo de mi terraza se relame y me guiña un ojo. A más tocamos, parece decirme.